APRENDER DE LOS QUE SABEN

Lección 3
JEFATURA DE ESTUDIOS
para la 8ª etapa:


EN BUSCA DEL ÁRBOL DE LAS PIEDRAS
Como eficientes exploradores que somos, queremos dar a todos aquellos que deseen experimentar fuertes emociones, unas breves pero instructivas pautas que todo aventurero debería tener en cuenta para superar los grandes obstáculos que en el camino se puedan hallar.
Pondremos para ello como ejemplo nuestra última aventura en busca del “árbol de las piedras”. En el camino quedan tantas otras que estaremos encantados de compartir en otra ocasión con vosotros, noveles aventureros que comenzáis a explorar el entorno más desconocido.

En primer lugar es importante reflexionar sobre los datos o pistas que tenemos: un profesor, la fotografía de una curiosa encina, una distancia (11 kilómetros, 650 metros.), una orientación geográfica (dirección SE desde la puerta del IES) y la recomendación de ir en bici y con buena compañía.
No cabe precipitarse ante la aparente sencillez de la tarea, sería conveniente hacer un ejercicio de memoria y recordar la clase de Geografía donde explicaron los puntos cardinales; cualquier error en este sentido puede ser fatal si hemos hecho caso a la recomendación de ir en bicicleta. ¿Descartamos entonces esta indicación? ¡Noooo! responderéis muchos de vosotros, ¡si vamos en coche se pierde el afán aventurero del buen explorador! Tenéis razón, pues claro, faltaría más, pero aquí va el segundo consejo: colocad un cuentakilómetros a vuestro velocípedo, lo que hay que encontrar es un árbol, no una calle, así que el GPS del móvil no será de gran utilidad.
Cogemos ahora la mochila, la cantimplora llena de agua (se puede encontrar en cualquier supermercado, es fácil identificarla, viene en formato de 33, 50 ó 100 cl., forma alargada, plástico azul o transparente), y un bocadillo (no recomendable de jamón serrano si llevamos la cantimplora de 33 cl.), y comenzamos el viaje.
Las condiciones físicas condicionaron en nuestro caso el medio de transporte, así que decidimos viajar en cuatro ruedas y poner el cuentakilómetros a cero por si la competencia matemática nos fallaba. Llegamos a Mahora, más de la mitad del trayecto recorrido. Es el momento de parar a reponer fuerzas y, sobre todo, de preguntar a los vecinos por el objeto de nuestra búsqueda. La experiencia nos dice que los más ancianos del lugar son los más sabios en el conocimiento de su entorno. En cualquier caso, si nadie nos puede ayudar, al menos nos habremos entretenido observando los rostros de sorpresa o desconcierto ante la pregunta.
Seguimos adelante, hacia Valdeganga, pero ahora comprobamos que vamos bastante más despacio. El cansancio y, en especial, el cambio del estado del firme son la causa, pero no desfallezcamos, sólo debemos olvidarnos de las maravillosas autopistas y recordar que todos los caminos llevan a Roma. Al fin y al cabo ¿qué tipo de aventurero consigue sus logros sin grandes esfuerzos? Y el nuestro se ve recompensado cuando comenzamos a divisar, tras algunos espejismos anteriores, la que ya sentimos como “nuestra encina”. En este momento pensamos lo orgulloso que se sentirá de nosotros el profesor y corremos presurosos a captar la instantánea que probará la hazaña.

El consejo que ahora os voy a dar seguro que sobra, jóvenes sumergidos en el mundo de las nuevas tecnologías. ¿Habéis cargado antes de salir de casa la batería del móvil para poder hacer la foto? Claro… naturalmente.

Regresamos hacia casa y el camino se nos hace eterno deseando haber sido los primeros en hallar el “árbol de las piedras”, así que es inevitable que, entre la fatiga y la satisfacción, vayamos haciéndonos algunas preguntillas: ¿Cómo habrá descubierto el profesor esta maravilla? ¿Qué modelo de bici tendrá? ¿Cuál será la próxima andanza que propondrá? Quizás debamos ponerlo algún día a prueba y ver si está a nuestra altura, grandes exploradores.