José Antonio LABORDETA




Profesor de Historia, político, poeta, novelista, editor, articulista, memorialista, particular cronista del acontecer diario, desautomatizador de rutinas aburguesadas, actor, realizador de televisión (Un país en la mochila),... pese a todo, creo que lo que más impresiona de José Antonio Labordeta es su persona.
(…)
Descreído, socarrón, escéptico hasta del mismo escepticismo, parece que ha realizado las cosas como por casualidad, porque le tocaba y estaba allí, sin creerse nunca que lo que estaba haciendo tuviera alguna trascendencia. Pero sólo lo parece, porque forma parte de una muy especial forma de ser: una combinación poco frecuente: un poco ácrata, un mucho socarrón; irónico y depresivo; un ser contradictorio que no esconde sus contradicciones,... hombre al fin y sobre todo, timidísimo, osado que sitúa el arrojo de su osadía siempre en la cola de la quimera que vuela hacia la utopía.
A. PÉREZ LASHERAS

Aunque él mismo, dibujó su biografía:



Nací en Zaragoza en el año 1935, en el seno de una familia pequeño-burguesa e ilustrada. En mi casa igual se leía a Virgilio que a Lautremont. Tuve una infancia secretuda y llena de escondites donde guardaba mis ansias de ser un hombre. No fui buen estudiante pero sí buen amigo de mis amigos. De mi hermano Miguel heredé el ansia de escribir y de mi hermano Manuel la de cantar. ¡Él sí que cantaba bien!
De mi padre heredé los silencios y de mi madre la desconfianza hacia el ser humano.
Escribí versos, me reí con mis amigos y el franquismo me puso la cara seria hasta tal punto que, durante unos años, olvidé el reírme. Tan tarde empecé que ahora mi risa es un rictus un tanto conejil.
Un día me puse a cantar, pero nunca me lo tomé muy en serio porque estaba convencido de que ése no era mi oficio.
Oficié en Andalán con unos colegas inconscientes y seguí convencido de que lo mío era pasear por las mañanas en la zaragozana gusanera.
A mis veintitrés años vi por primera vez el mar, desde lo alto del Campamento de Milicias Universitarias de Castillejos. Desde allí descubrí el cabo de Salou. Luego vi el Cantábrico y entendí a los poetas ingleses.
Ahora sólo me produce intranquilidad el fax. Lo demás, a mi edad, ya casi lo tengo todo controlado, menos la vida, naturalmente.

Con él, nos hicimos caminantes,
y aún más, compartimos naturaleza, carácter de náufragos.

Menudas las palabras,
los gestos diminutos,
las cotidianas voces;
He aquí lo que uno recoge
a lo largo del día.
Y mientras tanto,
sobre tu corazón crece la ausencia
de los labios queridos.
¡Qué enorme es el naufragio
tan cotidiano y duro de los hombres!
Sobre la mesa, como siempre,
mudo queda el diario
de un loco abandonado.
(Diario de un náufrago)


El 19 de septiembre de 2010 moría, se nos moría, Labordeta.
Y desde entonces se le recuerda, lo recordamos.


Su voz rota, triste y amarga levantó a todo un pueblo en épocas oscuras en las que resultaba difícil, incluso, alzar la cabeza. De pocos hombres puede decirse lo que no es aventurado decir de José Antonio Labordeta: que él solo reinventó un pueblo, que unas estrofas suyas reinventaron Aragón. Bien pudo ser él el autor de las palabras de Pablo Neruda cuando confesó que había vivido y escribió que «de estas tierras, de este barro, de este silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo». Dos canciones, dos simples pero infinitas canciones, ayudaron a delimitar las costuras sobre las que actualmente se asienta una tierra que durante demasiado tiempo se sintió invisible y abandonada, que vivió de espaldas a la vida, ahogada en su sequedad, derrotada en su victoria.
La primera,
'Aragón' (1974), marcó la frontera, el antes y después de un pueblo que había dejado de respirar; le devolvió la posibilidad de ser, de creer y de crecer: «Polvo, niebla, viento y sol, donde hay agua una huerta. Al norte los Pirineos, esta tierra es Aragón». Este quejido, que su autor escribió en 1970, logró que la sangre volviera a circular por un cuerpo antaño inerte que, ahora sí, quería ponerse en pie. La segunda, 'Canto a la libertad' (1975) —que dará la vuelta mundo y se convertirá en un himno universal contra las dictaduras—, fue capital para que quien acababa de ponerse en pie, de levantarse, quisiera andar, quisiera volar, ser libre: «Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad». La suma de estas palabras, la música de estas canciones, marcaron la topografía de un pueblo que ansiaba existir y existir en libertad.
Sería injusto, además de falso, tratar de reducir la vida de José Antonio Labordeta a sólo dos canciones, porque él lo ha sido todo en su tierra, una tierra a veces inhóspita con los suyos, como reconocía el propio interesado, donde nunca ha sido fácil destacar y sobrevivir para contarlo. Además de cantautor (24 elepés) y escritor (25 obras publicadas entre poesía, narrativa, viajes y memorias), fue profesor de instituto (Teruel y Zaragoza), inventor de periódicos (actor activo en la puesta en marcha en 1972 de 'Andalán', otro de los hitos en la reinvención de Aragón); periodista, articulista, analista político, político en activo (hombre cercano al PCE en las primeras elecciones democráticas, participó en 1976 en la creación del Partido Socialista de Aragón. Fue diputado en las Cortes de Aragón y en las de Madrid de la mano de la Chunta Aragonesista, partido nacionalista y de izquierdas que ocupó el hueco dejado por el PSA cuando éste fue engullido por el PSOE); también hizo sus pinitos cinematográficos y fue presentador y conductor de programas de televisión como 'España en la mochila'.
Hizo de todo y todo lo hizo bien: con un compromiso ético de hombre de izquierdas y una honestidad, dignidad e intensidad incontestables. Siempre formó parte de esa «insólita cofradía de creadores pensativos, rebeldes frente a tanta opresión y tanta mediocridad», como recordó el catedrático y amigo Eloy Fernández Clemente cuando el cantautor recibió, el 23 de marzo de 2010, el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza. Pero sería asimismo injusto, además de falso, no reconocer que esas dos canciones, esos dos gritos, esos dos lamentos, y lo que representaron en su momento y siguen representando, todavía ahora magnifican, aún más si cabe, la vida y la obra del zaragozano más importante del siglo XX.

F. BAETA



Pero él mismo, también, nos advirtió como debía ser recordado:



Recuérdame
Como un árbol batido
Como un pájaro herido
Como un hombre sin más;
Recuérdame
Como un verano ido
Como un lobo cansino
Como un hombre sin más



y aquí, obedientes con el maestro, así lo hacemos




Lo que arrastra el viento. INVIERNO

OBRAS MAESTRAS. Imprescindibles.

Un poema.




ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.

K. KAVAFIS
(Traducción: P. Bádenas de la Peña )



y ese poema musicado:
L. LLACH


5ª ETAPA

No toda exploración es de biblioteca o de naturaleza, de caminos pictóricos y antiguos, o rurales y campestres. También hay paisajes urbanos, aventuras metropolitanas.

Ésta es una de ellas.






Escenas de una ciudad


Busquémosla, encontrémosla, vayamos a ella; vagabundeemos por sus lugares más comunes pero también por sus rincones más recónditos, disfrutémosla como merece en su cordial acogida.

Que la ciudad es algo más, mucho más que centros comerciales, los hiper y megamercados, que éstos solo son eso, mercados. Y que lo nuestro es, y debe ser, otra cosa. Que no nos hagan caer en el engaño de creernos más contentos, más alegres, más felices… más humanos por comprar, por tener.


Escenas de Una Ciudad







La tarea: Dos tareas en realidad:
• Una primera, localizar e identificar cada uno de los escenarios; determinar qué son y dónde están.
• Y la segunda, encontrarlos, llegar hasta ellos, y fotografiarse en y con ellos.

La pista: Se trata de البسيط la llanura.

Plazo: desde ahora mismo, hasta viernes 6 enero 2012, 20:00 horas

Puntuaciones:

1ª Identificación válida de cada uno de los escenarios: 8 puntos
2ª Identificación válida de cada uno de los escenarios: 5 puntos
3ª- 5ª Identificaciones válidas de cada uno de los escenarios: 3 puntos
Resto identificaciones válidas: 2 puntos

1ª fotografía de cada uno de los escenarios: 10 puntos
2ª fotografía de cada uno de los escenarios: 8 puntos
3ª- 5ª fotografías de cada uno de los escenarios: 6 puntos
Resto fotografías: 5 puntos



APRENDER DE LOS QUE SABEN

LECCIÓN 10

Germán, 1º Bachillerato
para 3ª etapa.



Busqué en unos libros de arte al pintor de ese cuadro, y buscando lo encontré, resultaba ser W.Turner.


Más tarde investigué sobre este pintor por wikipedia y encontré el famoso cuadro que representaba la ruta de Aníbal.


Siguiendo las indicaciones y "coordenadas" escritas en la etapa, pensé que no podia ser una cuidad muy alejada de nosotros, ya que si te situabas en otros lugares, algunas de las pistas no coincidían.


Pensando y buscando encontré dos posibles respuestas, Chinchilla y Lezuza (Libisosa) y le envié al profesor de filosofía una de las dos respuestas, que en este caso fue Lezuza, por suerte acerté.


Así es como encontré la solución a la tercera etapa.
Un saludo a todos.

4ª etapa: Otro camino. SOLUCIÓN

El camino y el puente se encuentran cerca de la aldea de Bellavista.


Es un puente de la fallida línea férrea Baeza - Utiel, por donde nunca circuló tren alguno.



Cerca, muy cerca del puente que buscamos, a no más de 800 metros, se encuentra otro muy parecido.




Ahí van las fotos de los dos:

















PRÓXIMA ETAPA: viernes, 23 diciembre;


12:00 horas

APRENDER DE LOS QUE SABEN

LECCIÓN 9

Pedro, 1º Bachillerato

para 3ª etapa.


Primero de todo, decir que no fue fácil.

Dadas las coordenadas que ponía en las pistas, comenzé por encontrar el cuadro en internet, tarea muy facil. Después, descubrí que el personaje del cuadro era Anibal, y buscando su ruta por internet descubrí que se trataba de la Vía Augusta y encontré todas las ciudades que pasaban por ella.

Después encontré que el fin del mundo era el cabo Finisterre y, tras varias respuestas fallidas y alguna pista que otra como la de que la ciudad en cuestión estaba próxima a Chinchilla, comprobé todas las coordenadas con las distintas ciudades de la ruta y observé que Lezuza, encajaba con todos los requisitos, por lo que era la respuesta correcta.

El cálculo económico

En vez de utilizar sus recursos técnicos y materiales, que habían experimentado un incremento extraordinario, para construir una ciudad maravillosa, los hombres del siglo XIX construyeron suburbios deprimentes… (que) según los criterios de la empresa privada, eran rentables, mientras que la ciudad maravillosa, pensaban, habría sido una extravagancia que, en la estúpida jerga de la moda financiera, habría hipotecado el futuro… La misma regla de cálculo económico autodestructivo gobierna todos los ámbitos de la vida. Destruimos la belleza del paisaje porque los esplendores de la naturaleza, de los que nadie se ha apropiado, carecen de valor económico. Seríamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no dan dividendos.



J.M. KEYNES

Democracia... ¿real?

¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos para quienes significaba, en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento, y según la expresión consagrada, un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?

Oigo muchas veces razonar a personas sinceras, y de buena fe comprobada, y a otras que tienen interés por simular esa apariencia de bondad, que, a pesar de ser una evidencia irrefutable la situación de catástrofe en que se encuentra la mayor parte del planeta, será precisamente en el marco de un sistema democrático general como más probabilidades tendremos de llegar a la consecución plena o al menos satisfactoria de los derechos humanos.

Nada más cierto, con la condición de que el sistema de gobierno y de gestión de la sociedad al que actualmente llamamos democracia fuese efectivamente democrático. Y no lo es.

Es verdad que podemos votar, es verdad que podemos, por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos con voto y normalmente a través de un partido, escoger nuestros representantes en el Parlamento; es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone, siempre resultará un Gobierno.

Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí. El elector podrá quitar del poder a un Gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, pero su voto no ha tenido, no tiene y nunca tendrá un efecto visible sobre la única fuerza real que gobierna el mundo, y por lo tanto su país y su persona: me refiero, obviamente, al poder económico, en particular a la parte del mismo, siempre en aumento, regida por las empresas multinacionales de acuerdo con estrategias de dominio que nada tienen que ver con aquel bien común al que, por definición, aspira la democracia.

Todos sabemos que así y todo, por una especie de automatismo verbal y mental que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de formas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica. Y no nos percatamos, como si para eso no bastase con tener ojos, de que nuestros Gobiernos, esos que para bien o para mal elegimos y de los que somos, por lo tanto, los primeros responsables, se van convirtiendo cada vez más en meros comisarios políticos del poder económico, con la misión objetiva de producir las leyes que convengan a ese poder, para después, envueltas en los dulces de la pertinente publicidad oficial y particular, introducirlas en el mercado social sin suscitar demasiadas protestas, salvo las de ciertas conocidas minorías eternamente descontentas...


J. SARAMAGO

Ética, la creación humana

El nivel ético ha de inventar posibilidades, porque el anhelo inteligente que impulsa al hombre no le deja descansar en lo dado, ni contentarse con el claroscuro de su pasado. Todo el pasado ha de ser tenido en cuenta pero no es nuestra prisión ni nuestro reino. Nos alejaremos de ello como del puerto del que partimos o de la pista de la que despegamos. Conocer nuestras propiedades reales no es suficiente porque no somos propiedades clausuradas, porque la dignidad que se le atribuye al hombre y a la vida humana no es un juicio sobre lo que existe, no es una realidad, sino el propósito explícito de instaurar una realidad, una tarea de construcción.


Me parecen cicateras y falsas todas las quejas acerca de la naturaleza humana. No hay que ser un águila para saber hasta qué extremos de perversidad y bajeza puede llegar el hombre: basta pensar que la crueldad, el desamor y la tortura son creaciones humanas. Pero no somos planetas, ni árboles ni máquinas que se rijan por leyes inflexibles, sino seres dotados de una inteligencia y libertad limitadas, vulnerables, frágiles pero ciertas. Lo que ha sucedido hasta ahora no determina lo que va suceder mañana. Cada momento traerá su cosecha de novedades. La historia de la humanidad podría no ser más que un amontonamiento de crímenes y bellaquerías y aún así, admitida la libertad humana, podríamos suponer que en el futuro las cosas tal vez marchen de otra manera….La ética se ocupa del futuro, y por lo tanto, de la irrealidad, que hemos de convertir en luz o en tinieblas.






J.A. MARINA, Ética para náufragos

El campesino de Florencia

Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de cuatrocientos años. Me permito solicitar toda su atención para este importante acontecimiento histórico porque, al contrario de lo habitual, la moraleja que se puede extraer del episodio no tendrá que esperar al final del relato; no tardará nada en saltar a la vista.


Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos, entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados, cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia. En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI), las campanas tocaban varias veces a lo largo del día, y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza, pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto, y eso sí era sorprendente, puesto que no constaba que alguien de la aldea se encontrase a punto de fenecer. Salieron por lo tanto las mujeres a la calle, se juntaron los niños, dejaron los hombres sus trabajos y menesteres, y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia, a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar. La campana siguió sonando unos minutos más, y finalmente calló. Instantes después se abría la puerta y un campesino aparecía en el umbral. Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana, se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero y quién era el muerto. 'El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana', fue la respuesta del campesino. 'Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?', replicaron los vecinos, y el campesino respondió: 'Nadie que tuviese nombre y figura de persona; he tocado a muerto por la Justicia, porque la Justicia está muerta'.


¿Qué había sucedido? Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos) andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras, metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más. El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión, y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia. Todo sin resultado; la expoliación continuó. Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi (una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella) la muerte de la Justicia. Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover y hacer sonar todas las campanas del universo, sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción, lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la Justicia, y no callarían hasta que fuese resucitada. Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad, saltando por encima de las fronteras, lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares, por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido... No sé lo que sucedió después, no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino a volver a poner los lindes en su sitio, o si los vecinos, una vez declarada difunta la Justicia, volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida, a la triste vida de todos los días. Es bien cierto que la Historia nunca nos lo cuenta todo...


J. SARAMAGO, Texto leído en la clausura del Foro Mundial Social de Porto Alegre (Brasil), 2002



En PARA SABER aún MÁS, el texto completo

¿Por qué la obediencia?

Todos los deberes morales pueden dividirse en dos clases. Los primeros son aquellos a que se ven empujados los hombres por obra de un instinto natural o de una propensión, inmediata que opera en ellos, independientemente de cualesquiera ideas de obligación y de cualesquiera opiniones respecto de la utilidad pública o privada. De esta naturaleza son el amor a los niños, la gratitud que se siente por los benefactores y la conmiseración por los desdichados. Cuando reflexionamos en las ventajas que tienen para la sociedad tales instintos humanos, les rendimos el justo tributo de la aprobación y la estimación morales. pero la persona que es movida por ellos, siente que su poder e influencias es antecedente a tal reflexión

La segunda clase de deberes morales está constituida por aquellos que no se apoyan en ningún instinto natural original, sino que se cumplen, enteramente, en virtud de un sentimiento de obligación, que nace en nosotros cuando consideramos las necesidades de la sociedad humana y la imposibilidad de mantenerlas si se descuidasen estos deberes. Es así como la justicia, o consideración por la propiedad de otro, la fidelidad o respeto de las promesas se convierten en obligatorias y cobran autoridad sobre la humanidad, Pues, así como es evidente que todo hombre se ama más a sí mismo que a cualquiera otra persona, así se ve naturalmente impulsado a ampliar sus adquisiciones todo lo más posible, y nada puede contenerlo en esta propensión, como no sean la reflexión y la experiencia, mediante las cuales entiende los efectos perniciosos de la licencia y la disolución total de la sociedad que habrían de ser consecuencia de ella. Su inclinación original, o instinto, pues, están frenados y contenidos por un juicio, y observación, subsiguientes.




Ocurre precisamente lo mismo en lo tocante al caso de deber político, o civil, de obediencia, que en el de los deberes naturales de justicia y fidelidad. Nuestros instintos primarios nos llevan, o bien a obrar con libertad ilimitada, o bien a buscar el dominio sobre otros, y sólo la reflexión nos conduce a sacrificar tan poderosas pasiones a los intereses de la paz y el orden públicos. Un poco de experiencia y observación nos bastan para enseñarnos que no es posible mantener la sociedad sin la autoridad de los magistrado, y que esta autoridad no tardaría en caer en desprecio si no se le prestase estricto acatamiento. La observación de estos intereses generales y evidentes es la fuente de toda obediencia, y de esta obligación moral que le atribuimos.



Por lo tanto, ¿qué necesidad hay de fundar el deber de obediencia o acatamiento a los magistrados, en el de la fidelidad, o del respeto de las promesas, y suponer que es el consentimiento de cada individuo lo que sujeta al gobierno, cuando se ve que así la obediencia como la fidelidad se levantan ambas sobre el mismo fundamento, y la humanidad se somete a las dos por razón de los intereses y necesidades manifiestos de la sociedad humana? Se dice que debemos obedecer a nuestro soberano porque hemos otorgado una promesa tácita a ese respecto. Pero, ¿por qué estamos obligados a respetar nuestra promesa? Es preciso afirmar, aquí, que el intercambio y comercio de la humanidad, tan enormemente convenientes como son, no podrán tener seguridad cuando los hombres no cumplan sus compromisos. De igual manera, podrá decirse que los hombres no podrán vivir, en modo alguno, en sociedad, o por lo menos en una sociedad civilizada, sin leyes, magistrados y jueces que impidan los abusos de los fuertes contra los débiles, de los violentos contra los justos y equitativos. Como la obligación de obediencia tiene igual fuerza y autoridad que la obligación de fidelidad, nada ganamos reduciendo la una de la otra. Los intereses o necesidades generales de la sociedad son suficientes para fundar ambas obligaciones .



Si se preguntase por la razón de la obediencia que debemos prestar al gobierno, respondería inmediatamente, "porque, de otra manera, la sociedad no podría subsistir"; y esta respuesta es clara e inteligible para toda la humanidad






D. HUME, Ensayos políticos






4ª ETAPA

Filosofía” esa gran desconocida…
Muchos pensadores a lo largo de la historia han intentado darle una definición exacta a la filosofía, sin mucho éxito ya que cada uno la define de distinta manera. Así vemos como Pitágoras define filosofía como el afán de saber libre y desinteresado; Aristóteles como una ciencia universal, difícil, rigurosa, didáctica, perfectible, principal y divina, además debe ser un saber especial, de los primeros principios y de las primeras causas; Platón como la más alta ascensión de la personalidad y la sociedad humana por medio de la sabiduría; Descartes la definía como el estudio de la sabiduría tanto para conducir la vida como para conservación de la salud y la invención de todas las artes; Kant decía que es una ciencia crítica que se pregunta por el alcance del conocimiento humano; Marx decía que era la ciencia que transforma la realidad; para San Agustín es un afán de Dios; para Cicerón la maestro de la vida, inventora de leyes y guía de la virtud… y así cientos de filósofos han dado su personal definición de filosofía.

Sin embargo la definición más famosa de filosofía, la que más nos gusta a nosotros, o, al menos, la que con más empeño trabajamos, en la que más se nos insiste, la que mejor experimentamos en carne y espíritu propios, es aquella que dice que es el camino que se recorre para encontrar la verdad.
Una definición que nos vincula la Filosofía con el camino.
Y caminos hemos buscado ya en este concurso.

Pero no hemos terminado ni con la Filosofía ni con los caminos
Va, por tanto,…







OTRO CAMINO






Pues un camino hay que encontrar, sí, pero de momento no tan complicado como esa tal filosofía (si no lo llevaríamos mucho más crudo, creedme).
Un camino que nos lleve hacia … quién sabe







Lo que sí sabemos es que es doble, formado por dos perpendiculares, y con dos alturas: por arriba un PUENTE, y por abajo, podemos encontrar esta singular CONSTRUCCIÓN en medio de la naturaleza.

La tarea: localizar, identificar encontrar el lugar y fotografiarse en él.
La pista: Se encuentra en un radio de 15 kilómetros desde el IEs Río Júcar. Bueno, venga, exacta, exactamente a 14 kilómetros 200 metros de la puerta del IES. Y e
n alguna de estas tres direcciones posibles: NE, SE, E
Plazo: desde ahora mismo, hasta miércoles 21 diciembre, 20:00 horas
Puntuaciones:
1ª Identificación válida del lugar y foto demostrativa: 25 puntos
2ª identificación válida del lugar y foto demostrativa: 20 puntos
3ª – 5ª identificación válida del lugar y foto demostrativa: 15 puntos
6ª – 10ª identificación válida del lugar y foto demostrativa: 10 puntos
Resto de identificaciones y fotografías válidas: 8 puntos

3ª etapa: En una ruta, una ciudad. SOLUCIÓN

Primero, un museo: Museo Nacional Británico de Arte Moderno o Tate Modern, en Londres.

Segundo, una pintura.
Un autor y un título: W. TURNER y Aníbal cruzando los Alpes

Tercero, con Aníbal, una ruta, el camino de Aníbal

y cuarto, dentro de ese camino, una ciudad:
a 600 kilómetros de Gádir, Gades, Cádiz
a 950 kilómetros de Finisterre, el final de la tierra, el fin del mundo
a 800 kilómetros de los Pirineos, el comienzo nacional, hispánico, de la ruta
a 250 kilómetros de CartagoNova, Cartagena, donde se asentó Aníbal y preparó su aventura bélica
a 2000 kilómetros de Roma, la capital del mundo


LIBISOSA, la ciudad que buscábamos.



es decir, LEZUZA, Albacete


Más información:
http://www.libisosa.ua.es/

CLASIFICACIÓN DE LA ETAPA: en el blog colectivo, http://naufragosdeljucar.blogspot.com/



PRÓXIMA ETAPA: viernes, 9 diciembre; 16:30 horas

Bárbaros


Etimología: Del latín barbarus y éste del griego βάρβαρος, "extranjero", una onomatopeya (hipotética) de sus lenguas
1
Propio de o relativo a cualquiera de las
tribus y pueblos fronterizos del limes romano, la mayoría germánicos y eslavos, que en el siglo V invadieron Roma, conquistando los territorios hasta entonces dominados por el Imperio Romano Occidental
2
Falto de
civilización y cultura
Sinónimos:
inculto, rústico, bruto, rudo, bestia, burro.
Antónimos:
culto, cultivado, civilizado, ilustrado, refinado, educado, cortés.
3
De carácter
cruel o salvaje
Sinónimos:
inhumano, atroz, fiero, feroz, bestial, sanguinario, sádico, vándalo, vandálico, despiadado.
Antónimos:
bondadoso, humano, piadoso.
4
De dimensiones
excesivas
Sinónimos:
colosal, desmesurado.
5
De muy buena calidad o factura
Sinónimos:
estupendo, magnífico, genial.
6
Que no manifiesta temor
Sinónimos:
valeroso, esforzado, imprudente, temerario
Antónimos:
cobarde, temeroso, prudente.
(WIKIPEDIA)

Lo que originalmente era un concepto puramente geográfico, territorial, para distinguir a nosotros de ellos, los que no son como nosotros, los de afuera, los distintos a nosotros; qué rápidamente se asocia a los que son inferiores a nosotros, los brutos, los salvajes, los bestias, los sin cultura ni civilización porque evidentemente nosotros somos los civilizados, los cultos, los educados, los refinados, los buenos en suma. Pero más aún: igualmente son los despiadados, feroces, inhumanos en una palabra. Lo que era un concepto geográfico se convierte rápidamente en un concepto moral, y muy negativamente moral.

Esa correlación, tan lejana en principio, tan apartada en un primer momento, entre lo que es distinto y lo que es peor, entre lo que es diferente y lo que es inferior, entre lo que es diverso y lo que es enemigo,… ¿cómo pudo darse con tanta facilidad, con tanta sencillez? ¿por qué vincular esos dos significados tan aparentemente sin relación?



ARISTÓTELES es uno - no el único por supuesto pero sí uno entre muchos, y además uno de los primeros- de los responsables:

…es cosa rara que exista un ‘hombre divino’ (…) así de rara es entre los hombres la condición brutal. Se da sobre todo entre los bárbaros y surge a veces por causa de enfermedades y taras físicas; y también se la aplicamos peyorativamente a los hombres que sobresalen por su maldad


Los (hombres) que de su natural condición son ajenos de toda buena razón, y que sólo se rigen por el sentido, son brutales, como algunas naciones de aquellos bárbaros que vienen de lejos de nosotros
(Ética a Nicómaco)

Hay cosas, en efecto, que necesariamente deben parecer temibles a todo hombre, cualquiera que él sea, y hacerle temblar, porque así como ciertos grados extremos de calor y de frío y otras influencias naturales son superiores a todas nuestras fuerzas, y en general, a la de la organización humana, es muy llano que debe de suceder lo mismo con las emociones del alma. A los cobardes y a los hombres bravos los engaña la disposición en que se encuentran. El cobarde teme cosas que no son temibles, y le parecen graves las que lo son muy poco. El temerario, por lo contrario, desprecia las cosas más temibles, y las que en realidad lo son, apenas le parecen tales a sus ojos. En cuanto al hombre valiente, reconoce el peligro allí donde realmente existe. No es uno verdaderamente valiente cuando arrostra un peligro que ignora; como, por ejemplo, si en un acceso de locura desprecia el rayo; así como cuando, conociendo toda la extensión del peligro, se deja uno arrastrar por una especie de rabia, como los celtas que empuñan las armas para marchar contra las olas. En general, puede decirse que el valor de los pueblos bárbaros siempre va acompañado de un ciego arrebato.
(Ética a Eudemo)

Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar, y realmente no cabe entre los mismos otra unión que la de esclavo con esclava, y los poetas no se engañan cuando dicen:
Justo es que los griegos manden a los bárbaros’
Como si por naturaleza bárbaro y esclavo fuesen una misma cosa

Hay pueblos que, arrastrados por una tendencia natural a la servidumbre, inclinación mucho más pronunciada entre los bárbaros que entre los griegos, más entre los asiáticos que entre los europeos, soportan el yugo del despotismo sin pena y sin murmurar; y he aquí por qué los reinados que pesan sobre estos pueblos son tiránicos
(Política)


Pero ¿quienes son los bárbaros?
Pues quiénes van a ser, si los conocemos todos. Anda que no los hemos estudiado en Historia.
Pues éstos:




Naturalmente, bestias, salvajes, fieras, guerra, muerte, destrucción, pérdida de la civilización, desolación…
Pero sobre todo, y por encima de todos, uno, la verdadera encarnación del bárbaro:



Pero ¿quién es éste? Lo dicho: La encarnación, el símbolo máximo, el modelo auténtico del bárbaro. Que no es tan difícil. Pensar un poco.

Pues sí, por supuesto que a los bárbaros los conocemos todos, bien que los conocemos, y bien que quisiéramos no conocerlos, bien que quisiéramos que no hubieran existido y que no existan. Porque ahora quizás estamos hablando de otra cosa:

"Estábamos ilusionados por coincidir con la 'civilización' y la 'cultura' y pensábamos que fuera de nuestra área cultural estaban los 'primitivos' y los 'salvajes', la 'barbarie'...Varios siglos habían hecho arraigar en nosotros la convicción optimista de ser portadores de la cultura y los portaestandartes de la historia. Las nuevas ciencias humanas nos llevan a comprender que aquellos a quienes llamamos corriente e impropiamente 'los primitivos', aquellos grupos humanos que, de ordinario, ignoran la escritura y confían en la tradición oral, viviendo lejos de nuestra civilización mecánica e industrial, ya no son pueblos que no tengan historia o cultura, sino pueblos que viven fuera de nuestra historia y de nuestra cultura, desprovistos de nuestros aparatos e instrumentos materiales...
La noción de 'salvaje', cuando se trata de la especie humana, evoca en general características que el estudioso de la prehistoria, el historiador y el etnólogo no encuentran del todo en la realidad. Todos conocemos a los salvajes. El salvaje está junto a nosotros, en la esquina de la calle: es el maestro sádico que atormenta a los niños, el policía de mano dura que recurre al 'tercer grado', el violador que ataca a las niñas, y puede serlo también el jefe de gobierno. Algunas veces ocurre que nosotros mismos nos convertimos en salvajes, de repente."
R. CANTONI "El hombre etnocéntrico"

No hay que entender la barbarie sólo como sinónimo de extranjería sino como una destilación de intemperancia, fanatismo e irracionalidad. La barbarie como desmesura cruel del factor humano, con dosis de lesitud aviesa, de daño semántico que ya contiene en sí los otros males que se derivan de un acto de barbarie, ya sea crimen, allanamiento moral o físico o cometimiento desmedido de una violencia nunca justificable en el supuesto infierno de los otros. Tal los crímenes de ese psicópata o psicópatas americanos que se creen Dios dado que pueden disponer a su antojo de las vidas de sus semejantes. Tal los secuestradores chechenos en el teatro de Moscú o los secuestradores del ejército ruso en el gran teatro de Chechenia, con sus retahilas de muertos inocentes. No es necesario esperar a los bárbaros, como decían los versos de Constantino Cavafis. Porque los bárbaros están, siempre han estado entre nosotros. Los terroristas. Los maltratadores de mujeres, de niños, de homosexuales, de drogadictos, de negros, de mendigos. Los que defienden las purezas de sus etnias políticas, raciales o sociales frente a los de la otra acera maldita. Siempre hay una acera maldita que arrasar en el espíritu irracional de los bárbaros, en sus mentes imbuidas de fanatismo e intolerancia. Sin olvidar la barbarie del poder de los fuertes. La más sofisticada. La de los instalados en sus ínsulas frente a los excluidos del sistema. Demasiados paisajes para la eterna batalla que se extiende sobre el tejido social. No, nunca ha habido que esperar a los bárbaros. Siempre estuvieron entre nosotros, bajo cualquier nombre o especie, para provocarnos la nausea. (…)
Dándole la vuelta al significado del poema de Cavafis repudiamos sus lesas soluciones, sus egotismos fascistas y mesiánicos, sus pergaminos de incesable muerte. No nos importa qué será de nosotros sin los bárbaros, como se lamentaba el poeta griego. Ellos no serán nunca la solución de nada. Están de más en el foro de nuestras conciencias. Nuestra civilizada Europa, maestra moral del mundo, siempre supo muy bien qué es eso de los bárbaros. Desde Roma a la experiencia nazi. Desde las repetidas y olvidadas lecciones de sus guerras hasta las numerosas tragedias por Europa inspiradas, provocadas y protagonizadas. Desde los cátaros hasta los templarios Europa, la vieja y digna dama, ha sabido, como nadie, de sus propias barbaries interiores, incluyendo sus luchas de clases, sus desigualdades crecientes, sus infinitos estados de excepción convertidos en leyes de extranjería contra el diferente o contra el inmigrante de su misma piel. Europa, cuando no ha instigado la barbarie ha sido cómplice pasiva de la misma con una media y cínica sonrisa de deshonor entre los labios, como en el caso del conflicto entre Israel y Palestina. Europa ha desoído aquella seria advertencia de uno de sus ilustres hijos, Tomás de Quincey : “los que contemplan el crimen están en el implicados”.
(CARLOS RIVERA, de un blog)



Y una visión completamente distinta, citada como referencia en el texto anterior:
Un maravilloso poema: K. KAVAFIS, ‘Esperando a los bárbaros’

-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.



-¿Por qué esta inacción en el Senado?

¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?

Porque hoy llegarán los bárbaros.


¿Qué leyes van a hacer los senadores?

Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.



-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto

y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,

está sentado, solemne y ciñendo su corona?

Porque hoy llegarán los bárbaros.



Y el emperador espera para dar a su jefe la acogida.

Incluso preparó, para entregárselo, un pergamino.

En él muchos títulos y dignidades hay escritos.



-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron

hoy con rojas togas bordadas;

por qué llevan brazaletes con tantas amatistas

y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;

por qué empuñan hoy preciosos báculos

en plata y oro magníficamente cincelados?

Porque hoy llegarán los bárbaros;

y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.



-¿Por qué no a acuden, como siempre, los ilustres oradores

a echar sus discursos y decir sus cosas?

Porque hoy llegarán los bárbaros

y les fastidian la elocuencia y los discursos.



-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto

y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)

¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían

y todos vuelven a casa compungidos?

Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.


Algunos han venido de las fronteras

y contado que los bárbaros no existen.



¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?

Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

Contra Aristóteles

ARISTÓTELES había escrito:
El que por una ley natural no se pertenece a sí mismo, sino que, no obstante ser hombre, pertenece a otro, es naturalmente esclavo. Es hombre de otro el que en tanto que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual.

Tenemos aquí, en esta entrada, el fragmento.

Pero no todo el mundo está de acuerdo con el griego:


Aristóteles había dicho que los hombres no son en modo alguno iguales por naturaleza, sino que unos nacen para la esclavitud y otros para la dominación. Aristóteles tenía razón pero tomaba el efecto por la causa. Todo hombre nacido en la esclavitud nace para la esclavitud; nada hay más cierto. Los esclavos lo pierden todo con sus cadenas, hasta el deseo de liberarse de ellas, aman su servidumbre. Si hay esclavos por naturaleza es porque antes hubo esclavos contra naturaleza. La fuerza hizo los primeros esclavos; su cobardía los ha perpetuado.



J.J. ROUSSEAU, Del contrato social

Sócrates: otro maestro, otra muerte

Siendo niño me gané en una ocasión el respeto de mi familia. Al parecer, en sueños, había estado hablando de Sócrates. Los que dormían conmigo en esa habitación de familia numerosa lo contaron a la hora de comer. La admiración porque el hijo pequeño mencionara en sueños al filósofo griego confirmó las tremendas expectativas que había generado años antes al anunciar, ante unas visitas, que mi partido político favorito era Euzkadiko Ezquerra, rendido a la bella sonoridad.

De quien hablaba en sueños no era del filósofo, sino del futbolista brasileño, el capitán de la selección, el Doctor Sócrates, que se había convertido en mi jugador favorito al encontrar fascinante su aspecto y su habilidad para tirar penaltis de tacón.
Para no decepcionar a la familia, tan poco aficionada al fútbol, me empleé a fondo en justificar una admiración tan desmedida. Fue bien fácil. Sócrates es de esos pocos futbolistas que permitió que el juego volara a través del negocio y los resultados, convocando una idea universal de arte, carácter y compromiso.

La democracia corinthiana fue una cima de la autogestión deportiva, donde las decisiones de un equipo ganador y exitoso se tomaban en asamblea. En plena dictadura brasileña cada una de sus decisiones iba apoyada en frases de libertad y de exigencia democrática, que acabaron por contagiar a todo el país. Por si fuera poco saldaron las deudas del club y cuando se desmontó la unidad del grupo por razones diversas, las cuentas arrojaban beneficios, cosa inédita en la gestión futbolística.
La tragedia del viejo estadio de Sarriá, cuando Brasil fue eliminada por Italia en el memorable partido del Mundial 82, acrecentó el mito del capitán y aquella selección divertida, espectacular y generosa.
Dicen que el entrenador Telê Santana afirmaba que lo importante no era jugar para ganar, sino para ser recordados. Y en aquel caso, pese a que el futuro destrozaría muchas ilusiones, y la contabilidad y el resultadismo degradarían nuestro mundo, tuvo toda la razón.

Vence el recuerdo y nos mantenemos firmes en la fidelidad a aquella propuesta, claro que sí. Y por eso la segunda muerte de Sócrates la sentimos como particular y cercana, por todas aquellas cosas que nos invitó a imaginar, a tratar de poner en pie durante una vida.


D. TRUEBA, EL PAÍS, 5/12/11



Hay futbolistas raros que flotan sobre el césped. Se mueven, zigzaguean aquí, amagan allá, bajan el balón y reptan con elegancia animal; hay un instante en que diríamos que parecen levitar. Que instauran un orden nuevo, una placidez, acaso un deslumbramiento. Y eso ocurría con Sócrates, el centrocampista de cuerpo casi gigante, 1.92, y de pie breve, apenas un 37, que acaba de fallecer. El futbolista que se parecía un poco a su ídolo Che Guevara y que se reunió en el desierto con el atrabiliario Gadafi, cuando el tirano parecía un rebelde antisistema. Si lo veías, con sus pasos grandes de zancuda, sospechabas que era lento. Era tan esbelto como los tallos de la brisa, y entonces pensabas que iba a ser quebradizo, vulnerable a cualquier patada o empujón. Incluso tenía algo de hippie extraviado en un estadio: con aquel peso undoso y crespo, con aquella cinta mesiánica que reclamaba libertad y justicia.

En sus días de gloria, los futbolistas llevaban un pantalón minúsculo y ajustado: hasta por eso reclamaba la atención el jugador del Corinthians. El doctor Sócrates poseía buen porte y nada hacía pensar que fuera un gladiador. Sócrates fue siempre un mentís al ser y a la apariencia: era, quería ser, se buscaba a sí mismo y se encontraba en los demás. En el juego colectivo, en la arrancada, en el contragolpe, en el pase preciso. Se encontraba con los otros, con aquella media inolvidable que formaba con Falçao, Toninho Cerezo y Zico, empujados desde atrás por Junior; arriba los esperaba a todos el cañonero Eder. Sócrates era, con Zico, el líder del Brasil de 1982, que perdió ante Italia: aquel equipo estaba llamado a hacer historia, pero le venció su excesiva facilidad, una cierta indolencia y la soberbia, y la pegada trasalpina, por supuesto. Rossi, con tres goles, lo mandó a casa y destrozó la leyenda futura de aquel conjunto, donde brillaba Sócrates. Brillaban los demás, y brillaban mucho, pero Sócrates era especial: era un mago, un malabarista, un jugador táctico si era necesario, buen cabeceador y, ante todo, un centrocampista imprevisible. Desconcertante. En 1986, en el Mundial de Maradona en México, Sócrates volvía a ser el mariscal del ‘jogo bonito’ de Brasil, pero también cayó cuando empezaba a librarse la batalla del título ante Francia en los penaltis. Sócrates trajo al fútbol algo nuevo: el compromiso social, la defensa del paria, la exaltación de la libertad y de la república. Y dejó, y para ser centrocampista no es nada desdeñable, más de 200 goles. Nadie en la historia del fútbol ha golpeado de tacón como él: marcaba hasta penaltis. Si Maradona fue “la mano de Dios” y mucho más en el altiplano mexicano, Sócrates, el doctor Sócrates de balones, estrategias y almas de espectadores a la deriva, deberá pasar a la historia como ‘El tacón de Dios’. O, simplemente, ‘Tacón de Dios’.

A. CASTRO, El Heraldo 5/12/11




En un artículo publicado, el doctor Sócrates se preguntaba:

"¿Por qué causas más conmovedoras no mueven tanto como el fútbol: como los niños en la calle, los tsunamis, la miseria extrema en el corazón de Africa y en algunas otras esquinas, el genocidio y muchas otras?"

"Muchas veces", concluía, "pienso si podremos algún día dirigir este entusiasmo que gastamos en el fútbol hacia algo positivo para la humanidad, pues a fin de cuentas el fútbol y la tierra tienen algo en común: ambos son una bola. Y atrás de una bola vemos niños y adultos, blancos y negros, altos y bajos, flacos o gordos. Con la misma filosofía, todos a fantasear sobre su propia vida".

APRENDER DE LOS QUE SABEN

Lección 8

INÉS, 1º Bachillerato

para 2ª etapa del nuevo concurso:


Empecé mi búsqueda por saber qué era lo que salía en la fotografía, cómo se llama, dónde se podia encontrar... entonces me metí en internet y estuve buscando un buen rato, hasta que di con lo que era.

Después, sabiendo que el radio salía desde la puerta del instituto, busqué todos los pueblos que había cerca de Madrigueras para saber dónde se podia encontrar el punto geodésico. Estuve buscando por Tarazona (por el campo) con el google earth, pero no di con el. Como en la foto se veían dos antenas de la luz, pues me iba fijando a ver si las veía.., también busqué por Valdeganga, cerca de la plaza de toros (que es por donde estaba), y vi que no era.

Al día siguiente, estaba entre las Navas y Cenizate, (ya que en Mahora y en Madrigueras no se encontraba) y lo encontré por casualidad, ya que había una carrera popular en las Navas y me fuí con mi padre. Cuando pasamos por la carretera nos fijamos y lo vimos (una casualidad). El sabado por la mañana, fuimos y me hice la foto.

3ª ETAPA

Imposible es nada, (o algo parecido) decía el slogan de una casa comercial de productos deportivos hace unos años. Y, sin embargo…
En la etapa anterior, buscábamos un faro. ¿Un Faro en la Manchuela? Pues sí; parecía imposible … y era imposible. Naturalmente, no era un faro el objeto de nuestra indagación. Luego, más allá de recursos publicitarios, siempre tan engañosos, sí hay cosas imposibles.

Aunque es cierto que lo imposible, a veces, es más relativo que otra cosa: en ocasiones, lo que se ve como imposible hoy, es posible mañana; otras veces, se afirma como imposible lo que deseamos que no se produzca, precisamente para intentar retrasar o hacer imposible su cumplimiento; en otras, lo imposible es simplemente lo inverosímil, lo difícilmente imaginable… pero es que la imaginación es frecuentemente muy corta…

Lo que sigue es buen ejemplo de ello.

Un hombre; su origen, África (otra vez África, el continente de la aventura por excelencia), su destino, el centro del mundo.

Y lo que hizo, como un rayo, camino de ese destino fue considerado imposible por muchos, incluso después de haberlo realizado. Y, sin embargo, lo hizo, lo llevó a cabo. Hasta el punto de que su hazaña (si es que fue tal) es conocida y admirada hasta hoy.
El reconocimiento, la gloria de este hombre, que perdura hasta nuestros días (no en balde estamos hablando de él, lo estamos buscando ya) se forja por acciones como ésta.




Su nombre quedó grabado, asociado a una ruta, un trayecto, una especie de carretera. Y a nosotros, caminantes de caminos poco transitados, escarpados, extraños, eso nos gusta. En esa ruta seguimos y…

En ella, aparecerá lo que buscamos



En una ruta, UNA CIUDAD



No disponemos de las coordenadas de la ciudad pero valgan las siguientes referencias como puntos de identificación:
• A aproximadamente 600 kilómetros de la ciudad, dirección SW, el final de la ruta.
• A unos 950 kilómetros, en dirección NW, el fin del mundo
• Unos cuantos menos, sobre 800 kilómetros, en dirección NE, el comienzo nacional de la ruta
• A 250 kilómetros más o menos, en dirección SE, otra ciudad, donde se asentó el héroe
• Y a unos 2000 kilómetros, en dirección E, la capital.


La tarea: Buscamos un hombre y una hazaña representada en una pintura. Pero no es ése el verdadero objetivo. Ese hombre, después, con el paso del tiempo, da nombre a una ruta. Pero tampoco es esa ruta lo que perseguimos. Dentro de la ruta, una ciudad. Ése es el auténtico objetivo de nuestra búsqueda: la ciudad.

La pista: La obra, la pintura que aparece está en un Museo llamado Tate.

Plazo: desde ahora mismo hasta el jueves, 8; 23:59 horas.

Puntuaciones:
1ª respuesta válida, 20 puntos
2ª respuesta válida, 15 puntos
3ª – 5ª respuestas válidas, 10 puntos
6ª – 10ª respuestas válidas, 8 puntos
Resto de respuestas válidas, 5 puntos

Retrato del tirano

La tiranía sólo quiere a los malvados, precisamente porque gusta de la adulación, y no hay corazón libre que se preste a esta bajeza. El hombre de bien sabe amar, pero no adula. Además, los malos son útiles para llevar a cabo proyectos perversos; pues «un clavo saca otro clavo», como dice el proverbio. Lo propio del tirano es rechazar a todo el que tenga un alma altiva y libre, porque cree que él es el único capaz de tener estas altas cualidades; y el brillo que cerca de él producirían la magnanimidad y la independencia de otro cualquiera anonadaría esta superioridad de señor que la tiranía reivindica para sí sola. El tirano aborrece estas nobles naturalezas, que considera atentatorias a su poder. También es costumbre del tirano convidar a su mesa y admitir en su intimidad a extranjeros más bien que a ciudadanos; porque éstos son a sus ojos enemigos, mientras que aquéllos no tienen ningún motivo para hacer nada contra su autoridad.


y además, unos consejos para el tirano:


Por lo que hace a las tiranías, se sostienen de dos maneras absolutamente opuestas; la primera es bien conocida y empleada por casi todos los tiranos. A Periandro de Corinto se atribuyen todas aquellas máximas políticas de que la monarquía de los persas nos presenta numerosos ejemplos. Ya hemos indicado algunos de los medios que la tiranía emplea para conservar su poder hasta donde es posible.



Reprimir toda superioridad que en torno suyo se levante;

deshacerse de los hombres de corazón; prohibir las comidas en común y las asociaciones;

ahogar la instrucción y todo lo que pueda aumentar la cultura; es decir, impedir todo lo que hace que se tenga valor y confianza en sí mismo;

poner obstáculos a los pasatiempos y a todas las reuniones que proporcionan distracción al público, y hacer lo posible para que los súbditos permanezcan sin conocerse los unos a los otros, porque las relaciones entre los individuos dan lugar a que nazca entre ellos una mutua confianza.



Además,



saber los menores movimientos de los ciudadanos,

y obligarles en cierta manera a que no salgan de las puertas de la ciudad, para estar siempre al corriente de lo que hacen,

y acostumbrarles, mediante esta continua esclavitud, a la bajeza y a la pusilanimidad:


tales son los medios puestos en práctica entre los persas y entre los bárbaros, medios tiránicos que tienden todos al mismo fin. Pero he aquí otros:


saber todo lo que dicen y todo lo que hacen los súbditos;

tener espías semejantes a las mujeres que en Siracusa se llaman delatoras;

enviar, como Hierón, gentes que se enteren de todo en las sociedades y en la reuniones, porque es uno menos franco cuando se teme el espionaje, y si se habla, todo se sabe;

sembrar la discordia y la calumnia entre los ciudadanos;

poner en pugna unos amigos con otros,

e irritar al pueblo contra las clases altas, que se procura tener desunidas.



A todos estos medios se une otro procedimiento de la tiranía, que es



el empobrecer a los súbditos,

para que por una parte no le cueste nada sostener su guardia, y por otra, ocupados aquéllos en procurarse los medios diarios de subsistencia, no tengan tiempo para conspirar.



(...)


Es preciso que el tirano aparezca ante sus súbditos no como déspota, sino como un administrador, como un rey; no como un hombre que hace su propio negocio, sino como un hombre que administra los negocios de los demás. Es preciso que en su conducta muestre moderación y no cometa excesos. Es preciso que admita a su trato a los ciudadanos distinguidos, y que con sus maneras se capte el afecto de la multitud. De este modo podrá, con infalible seguridad, no sólo hacer su autoridad más bella y más querida, porque sus súbditos serán mejores y no estarán envilecidos, y por su parte no excitará odios y temores, sino hacer también más durable su autoridad. En una palabra, es preciso que se muestre completamente virtuoso, o por lo menos virtuoso a medias, y nunca vicioso, o por lo menos nunca tanto como se puede ser. Y, sin embargo, y a pesar de todas estas precauciones, los gobiernos menos estables son la oligarquía y la tiranía.






ARISTÓTELES,


Política, libro VIII, capítulo VI








El análisis completo de la tiranía que hace Aristóteles, en PARA SABER aún MÁS
El 4 de enero de 1960, cuando el coche Facel-Vega de Michel Gallimard se choca contra un plátano entre Champigny-sur-Yonne y Villeneuve-la-Guyard, Albert Camus no tiene más que 46 años. Nos olvidamos siempre de lo joven que murió Camus. Nos olvidamos siempre de lo joven que era Camus. (…) Por desgracia, está muerto, murió el 4 de enero de 1960 en esa carretera, con el manuscrito de El primer hombre y La gaya ciencia en su cartera.
BERNARD-HENRI LÉVY, EL PAÍS, 05/01/2010





Lápida y tumba de Albert Camus en Lourmarin (Francia)



Y un texto:

Crecí con todos los hombres de mi edad, entre los tambores de la primera guerra y nuestra historia desde entonces no ha dejado de ser crimen, injusticia y violencia. Mas el verdadero pesimismo consiste en encarecer tanta crueldad e infamia. Por mi parte nunca dejé de luchar contra ese deshonor y no odio sino a los crueles. En medio del más negro de nuestro nihilismo, solo busqué razones que permitieran superarlo. Y no hice esto, por lo demás, por virtud ni por rara elevación del alma, sino por una fidelidad instintiva a la luz en la cual nací y en la cual, desde hace millares de años, los hombres aprendieron a celebrar la vida hasta en el sufrimiento. Esquilo es, a menudo, desesperante; sin embargo, irradia rayos de luz y reconforta. No es el flaco absurdo lo que encontramos en el centro del universo sino el enigma, esto es, un sentido que no podemos descifrar bien puesto que deslumbra. Y análogamente, a los hijos indignos pero obstinadamente fieles de Grecia que sobreviven aún en este siglo descarnado, podrá parecerles insostenible el incendio de nuestra historia, pero lo soportan de todos modos, porque quieren comprenderlo. En el centro de nuestra obra, por negra que sea, brilla hoy un sol inextinguible, el mismo que grita hoy a través del llano y las colinas…



A. CAMUS, El enigma (1950) en El verano

La vida buena, el objetivo de la filosofía

…sin filosofía no se puede entender nada del mundo en que vivimos. Es el tipo de formación más clarificadora que existe, bastante más que la que proporcionan las ciencias históricas. ¿Por qué? Simplemente porque la práctica totalidad de nuestros pensamientos, de nuestras convicciones, pero también de nuestros valores, se inscriben, sin que nosotros seamos conscientes en todo momento, en el marco de alguna de las grandes visiones del mundo elaboradas y estructuradas por el hilo que recorre la historia de las ideas. Resulta indispensable comprenderlas para poder hacerse con su lógica, tener amplitud de miras, entender lo que está en juego, etcétera.


Algunas personas pasan gran parte de su vida anticipando las desgracias, preparándose para la catástrofe (la pérdida de un empleo, un accidente, una enfermedad, la muerte de un ser querido…). Otras, por el contrario, viven aparentemente en la despreocupación más absoluta. Pero tanto unos como otros consideran que las cuestiones de este tipo no deben gozar de derecho de ciudadanía en la existencia cotidiana, que proceden de un gusto por el morbo que conviene calificar de patológico. ¿Acaso saben, tanto unos como otros, que estas actitudes hunden sus raíces en visiones del mundo cuyos defensores y detractores ya las han explorado con una profundidad inaudita desde los tiempos de los filósofos de la Grecia antigua?



La opción por una ética igualitaria y no aristocrática, la elección de una estética romántica en vez de una clásica, el apego o el desapego hacia las cosas y los seres teniendo en cuenta el hecho de la muerte, la adhesión a ideologías políticas autoritarias o liberales, amar la naturaleza y los animales más que a los hombres, al mundo salvaje más que a la civilización, todas estas opciones y muchas más formaron parte de grandes construcciones metafísicas antes de convertirse en opiniones que se ofrecen, como si de un gran mercado se tratase, al consumo de los ciudadanos. Los desacuerdos, los conflictos, las posturas que se adoptaron en los orígenes, siguen estando en la base, lo sepamos o no, de nuestras reflexiones y nuestros propósitos. Estudiarlos hasta el límite que esté a nuestro alcance, captar sus fuentes más profundas, supone dotarse de los medios no sólo para ser más inteligentes, sino también más libres. No veo en nombre de qué deberíamos privarnos de esta posibilidad.



Pero, a la vez que ganamos en comprensión, en inteligencia respecto a nosotros mismos y a los demás a través del estudio de las grandes obras de nuestra tradición, debemos tener presente que de lo que se trata, simplemente, es de que pueden ayudarnos a vivir mejor, con más libertad. Muchos pensadores contemporáneos lo dicen hoy, cada cual a su manera. En ocasiones uno no filosofa para divertirse; tampoco únicamente para comprender el mundo o entenderse a sí mismo, sino «para salvar el pellejo ». A través de la filosofía podemos vencer los miedos que paralizan nuestra vida, y es un error creer que la psicología podría sustituirla hoy en esta tarea. Aprender a vivir, a dejar de temer en vano los diversos rostros de la muerte o, simplemente, aprender a superar la banalidad de la vida cotidiana, el aburrimiento y el tiempo que pasa, éste fue el primer objetivo que se fijaron las escuelas de la Antigüedad griega. Merece la pena entender su mensaje porque, a diferencia de lo que sucede en el ámbito de la historia de las ciencias, las filosofías del pasado nos siguen hablando. He aquí un extremo que ya por sí solo merece que le dediquemos una reflexión.

L. FERRY, Aprender a vivir


En este enlace se puede leer el prólogo de la obra completo. Cortesía de la editorial Taurus













Si os tomáis el tiempo de echar un vistazo a las obras de síntesis, manuales escolares o diversos libros de iniciación que normalmente pretenden introducir a la filosofía, veréis que casi siempre se la define como un arte de la reflexión, un ejercicio de espíritu crítico, incluso como una iniciación a la argumentación.
(…) Se ha extendido la convicción de que esta disciplina, esencialmente crítica radicaría en primer lugar y ante todo en la facultad de sorprenderse, de ponerse en cuestión a sí mismo y a los demás, de manera que, sería más bien el arte de las preguntas que el de las respuestas…Me temo que esta manera de ver las cosas corre el peligro de induciros al error.

La filosofía no tiene nada que ver con ese arte de la reflexión crítica al que tantas veces se la ha querido reducir. No es que, entiéndase bien, no recurra a él. Está claro que siempre es preferible reflexionar, argumentar y pensar por uno mismo más que como un papagayo. Pero es igualmente verdad en todas las demás disciplinas de la vida del espíritu: ¿quién se atrevería a sostener de veras que un matemático, un biólogo, un artista, un escrito, y también una madre de familia, un periodista, e incluso un político, no reflexionan ni argumentan, y a ser posible por sí mismos? Nada de eso es específico de la filosofía. Todo el mundo reflexiona y argumenta como todo el mundo dice I love you. Pretender que la filosofía tuviera en ello cualquier tipo de monopolio es simplemente ridículo.

La filosofía, todas las grandes visiones filosóficas desde Platón hasta Nietzsche, son grandiosas tentativas de ayudar a los humanos a acceder a una buena vida, superándolos miedos y las pasiones tristes que les impiden vivir bien, ser libres, lúcidos y, en la medida de lo posible, serenos, amantes y generosos. Si se designa con la palabra salvación el hecho de ser salvado (es la misma etimología) de un gran peligro o de una gran desgracia, entonces las grandes visiones filosóficas del mundo son ante todo y sobre todo doctrinas de salvación. Ésta se hace por medio de la razón –y no de la fe, como las religiones-. Su objetivo es ayudarnos a superar los miedos que impiden a los seres humanos vivir bien, libres, capaces de pensar y amar.

Sin duda me diréis que esto suena demasiado religioso para ser sincero y que al querer definir así la filosofía se corre el riesgo de no ver la diferencia con las religiones.
(…) Es verdad que las grandes religiones también nos prometen que podremos superar nuestros miedos más profundos y lograr así una buena vida gracias a ellas. No obstante, lo hacen con una condición muy clara: que para ello nos entreguemos enteramente y sin reserva a un Dios trascendente en el que debemos tener fe y confianza (no en vano la palabra latina fides designa por sí sola los dos componentes de la creencia religiosa). Para ser salvado hay que pasar por la fe y por Otro. La filosofía nos promete lo mismo pero nos asegura que podemos conseguirlo por la razón y por nosotros mismos. Diferencia abismal…

L. FERRY, Vencer los miedos