1
Propio de o relativo a cualquiera de las tribus y pueblos fronterizos del limes romano, la mayoría germánicos y eslavos, que en el siglo V invadieron Roma, conquistando los territorios hasta entonces dominados por el Imperio Romano Occidental
2
Falto de civilización y cultura
Sinónimos: inculto, rústico, bruto, rudo, bestia, burro.
Antónimos: culto, cultivado, civilizado, ilustrado, refinado, educado, cortés.
3
De carácter cruel o salvaje
Sinónimos: inhumano, atroz, fiero, feroz, bestial, sanguinario, sádico, vándalo, vandálico, despiadado.
Antónimos: bondadoso, humano, piadoso.
4
De dimensiones excesivas
Sinónimos: colosal, desmesurado.
5
De muy buena calidad o factura
Sinónimos: estupendo, magnífico, genial.
6
Que no manifiesta temor
Sinónimos: valeroso, esforzado, imprudente, temerario
Antónimos: cobarde, temeroso, prudente.
(WIKIPEDIA)
Lo que originalmente era un concepto puramente geográfico, territorial, para distinguir a nosotros de ellos, los que no son como nosotros, los de afuera, los distintos a nosotros; qué rápidamente se asocia a los que son inferiores a nosotros, los brutos, los salvajes, los bestias, los sin cultura ni civilización porque evidentemente nosotros somos los civilizados, los cultos, los educados, los refinados, los buenos en suma. Pero más aún: igualmente son los despiadados, feroces, inhumanos en una palabra. Lo que era un concepto geográfico se convierte rápidamente en un concepto moral, y muy negativamente moral.
Esa correlación, tan lejana en principio, tan apartada en un primer momento, entre lo que es distinto y lo que es peor, entre lo que es diferente y lo que es inferior, entre lo que es diverso y lo que es enemigo,… ¿cómo pudo darse con tanta facilidad, con tanta sencillez? ¿por qué vincular esos dos significados tan aparentemente sin relación?
ARISTÓTELES es uno - no el único por supuesto pero sí uno entre muchos, y además uno de los primeros- de los responsables:
…es cosa rara que exista un ‘hombre divino’ (…) así de rara es entre los hombres la condición brutal. Se da sobre todo entre los bárbaros y surge a veces por causa de enfermedades y taras físicas; y también se la aplicamos peyorativamente a los hombres que sobresalen por su maldad
Los (hombres) que de su natural condición son ajenos de toda buena razón, y que sólo se rigen por el sentido, son brutales, como algunas naciones de aquellos bárbaros que vienen de lejos de nosotros
(Ética a Nicómaco)
Hay cosas, en efecto, que necesariamente deben parecer temibles a todo hombre, cualquiera que él sea, y hacerle temblar, porque así como ciertos grados extremos de calor y de frío y otras influencias naturales son superiores a todas nuestras fuerzas, y en general, a la de la organización humana, es muy llano que debe de suceder lo mismo con las emociones del alma. A los cobardes y a los hombres bravos los engaña la disposición en que se encuentran. El cobarde teme cosas que no son temibles, y le parecen graves las que lo son muy poco. El temerario, por lo contrario, desprecia las cosas más temibles, y las que en realidad lo son, apenas le parecen tales a sus ojos. En cuanto al hombre valiente, reconoce el peligro allí donde realmente existe. No es uno verdaderamente valiente cuando arrostra un peligro que ignora; como, por ejemplo, si en un acceso de locura desprecia el rayo; así como cuando, conociendo toda la extensión del peligro, se deja uno arrastrar por una especie de rabia, como los celtas que empuñan las armas para marchar contra las olas. En general, puede decirse que el valor de los pueblos bárbaros siempre va acompañado de un ciego arrebato.
(Ética a Eudemo)
Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar, y realmente no cabe entre los mismos otra unión que la de esclavo con esclava, y los poetas no se engañan cuando dicen:
Justo es que los griegos manden a los bárbaros’
Como si por naturaleza bárbaro y esclavo fuesen una misma cosa
Hay pueblos que, arrastrados por una tendencia natural a la servidumbre, inclinación mucho más pronunciada entre los bárbaros que entre los griegos, más entre los asiáticos que entre los europeos, soportan el yugo del despotismo sin pena y sin murmurar; y he aquí por qué los reinados que pesan sobre estos pueblos son tiránicos
(Política)
Pero ¿quienes son los bárbaros?
Pues quiénes van a ser, si los conocemos todos. Anda que no los hemos estudiado en Historia.
Pues éstos:
Pero sobre todo, y por encima de todos, uno, la verdadera encarnación del bárbaro:
Pero ¿quién es éste? Lo dicho: La encarnación, el símbolo máximo, el modelo auténtico del bárbaro. Que no es tan difícil. Pensar un poco.
Pues sí, por supuesto que a los bárbaros los conocemos todos, bien que los conocemos, y bien que quisiéramos no conocerlos, bien que quisiéramos que no hubieran existido y que no existan. Porque ahora quizás estamos hablando de otra cosa:
"Estábamos ilusionados por coincidir con la 'civilización' y la 'cultura' y pensábamos que fuera de nuestra área cultural estaban los 'primitivos' y los 'salvajes', la 'barbarie'...Varios siglos habían hecho arraigar en nosotros la convicción optimista de ser portadores de la cultura y los portaestandartes de la historia. Las nuevas ciencias humanas nos llevan a comprender que aquellos a quienes llamamos corriente e impropiamente 'los primitivos', aquellos grupos humanos que, de ordinario, ignoran la escritura y confían en la tradición oral, viviendo lejos de nuestra civilización mecánica e industrial, ya no son pueblos que no tengan historia o cultura, sino pueblos que viven fuera de nuestra historia y de nuestra cultura, desprovistos de nuestros aparatos e instrumentos materiales...
La noción de 'salvaje', cuando se trata de la especie humana, evoca en general características que el estudioso de la prehistoria, el historiador y el etnólogo no encuentran del todo en la realidad. Todos conocemos a los salvajes. El salvaje está junto a nosotros, en la esquina de la calle: es el maestro sádico que atormenta a los niños, el policía de mano dura que recurre al 'tercer grado', el violador que ataca a las niñas, y puede serlo también el jefe de gobierno. Algunas veces ocurre que nosotros mismos nos convertimos en salvajes, de repente."
R. CANTONI "El hombre etnocéntrico"
No hay que entender la barbarie sólo como sinónimo de extranjería sino como una destilación de intemperancia, fanatismo e irracionalidad. La barbarie como desmesura cruel del factor humano, con dosis de lesitud aviesa, de daño semántico que ya contiene en sí los otros males que se derivan de un acto de barbarie, ya sea crimen, allanamiento moral o físico o cometimiento desmedido de una violencia nunca justificable en el supuesto infierno de los otros. Tal los crímenes de ese psicópata o psicópatas americanos que se creen Dios dado que pueden disponer a su antojo de las vidas de sus semejantes. Tal los secuestradores chechenos en el teatro de Moscú o los secuestradores del ejército ruso en el gran teatro de Chechenia, con sus retahilas de muertos inocentes. No es necesario esperar a los bárbaros, como decían los versos de Constantino Cavafis. Porque los bárbaros están, siempre han estado entre nosotros. Los terroristas. Los maltratadores de mujeres, de niños, de homosexuales, de drogadictos, de negros, de mendigos. Los que defienden las purezas de sus etnias políticas, raciales o sociales frente a los de la otra acera maldita. Siempre hay una acera maldita que arrasar en el espíritu irracional de los bárbaros, en sus mentes imbuidas de fanatismo e intolerancia. Sin olvidar la barbarie del poder de los fuertes. La más sofisticada. La de los instalados en sus ínsulas frente a los excluidos del sistema. Demasiados paisajes para la eterna batalla que se extiende sobre el tejido social. No, nunca ha habido que esperar a los bárbaros. Siempre estuvieron entre nosotros, bajo cualquier nombre o especie, para provocarnos la nausea. (…)
Dándole la vuelta al significado del poema de Cavafis repudiamos sus lesas soluciones, sus egotismos fascistas y mesiánicos, sus pergaminos de incesable muerte. No nos importa qué será de nosotros sin los bárbaros, como se lamentaba el poeta griego. Ellos no serán nunca la solución de nada. Están de más en el foro de nuestras conciencias. Nuestra civilizada Europa, maestra moral del mundo, siempre supo muy bien qué es eso de los bárbaros. Desde Roma a la experiencia nazi. Desde las repetidas y olvidadas lecciones de sus guerras hasta las numerosas tragedias por Europa inspiradas, provocadas y protagonizadas. Desde los cátaros hasta los templarios Europa, la vieja y digna dama, ha sabido, como nadie, de sus propias barbaries interiores, incluyendo sus luchas de clases, sus desigualdades crecientes, sus infinitos estados de excepción convertidos en leyes de extranjería contra el diferente o contra el inmigrante de su misma piel. Europa, cuando no ha instigado la barbarie ha sido cómplice pasiva de la misma con una media y cínica sonrisa de deshonor entre los labios, como en el caso del conflicto entre Israel y Palestina. Europa ha desoído aquella seria advertencia de uno de sus ilustres hijos, Tomás de Quincey : “los que contemplan el crimen están en el implicados”.
(CARLOS RIVERA, de un blog)
Y una visión completamente distinta, citada como referencia en el texto anterior:
Un maravilloso poema: K. KAVAFIS, ‘Esperando a los bárbaros’
-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.