Sistema
Exiliados
Esto es un regalo para toda la gente que esta lejos, para todos los que se han ido y para todos los que se han quedado para luchar por el cambio.#dejadnosvolver http://www.youmaykiss.tv
Desahucio
Una serie fotográfica de OLMO CALVO que ha ganado el Premio Internacional de fotografía humanitaria que concede Médicos del Mundo.
En el enlace de eldiario.es, la serie completa galardonada.
Y si fuera una actitud, un camino a seguir ...
EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES
Película de animación de Frédérick BACK basada en un relato de Jean GIONO
Érase una vez la Deudocracia
Todo marchaba como estaba planeado, impecable, sin fisuras. No se podía esperar menos de aquellos magníficos profesionales de la economía moderna, educados en las mejores escuelas de negocios. El experto ponente, con un puntero laser en mano, proyectaba una tras una imágenes que comentaba, insistiendo en cada una de ellas que las evidencias eran clarísimas. –Fíjense decía: «Las pantallas de cine reproducen basura idéntica en todos los idiomas; y la gente disfruta con tanta cultura disponible. En las gasolineras se compra pan, bollería y naranjas, todo a base de petróleo; y la gente dice que es comida, sana y más barata. Los estómagos humanos está colmados de glutamato, ansiolíticos, cafeína y prozac; y la gente dice que se sienten felices, que se saborean felices. El monte son pistas de esquí, la sabana reservas exclusivas para fotógrafos, las playas se privatizaron y la selva es un asilo de fieras enjauladas; y la gente paga contenta por contactar con la naturaleza».
Sentados alrededor de una ovalada mesa de junta directivas, entre risas y sarcasmos envueltos en humo de habano, aquellos hombres y mujeres de negocios seguían atentos las explicaciones. En un coro de unanimidad concluyeron: -Sí, ya tenemos a la gente completamente aborregada y sin capacidad de pensar. Es el momento del estrujón final.
Babeaban disfrutando con su jugada maestra. Porque la carambola era perfecta. Los países, naciones, pueblos o estados – ya sin gobiernos soberanos- aceptaban a pie juntillas cualquier instrucción que ellos emitieran. No habría ningún problema con las nuevas disposiciones
-Los bancos, ¡oh qué problema! están en bancarrota y eso es malísimo para la economía. Así que hay que inyectar todos los dineros públicos posibles para salvar sus resultados. Y sin dinero en sus arcas, les prestamos el nuestro que nos devolverán en eternos plazos a intereses de objeto de lujo.
La memoria
Y pasaba que pasaba todo así, como estaba mandado. O no. Se olvidaron de un detalle porque era invisible, no programable, ni robotizable: LA MEMORIA, un rincón en el cuerpo humano que está a salvo de la ciencia y sus experimentos.
Un almacén de frases sentidas; del viejo olor a sábanas de hilo; de la tabla de multiplicar y estribillos de Bob Dylan; de un paisaje recorrido de la mano de madre; y de los tropezones en el amor. Una alacena colectiva que mantiene en fresco -para que se conserve perfectamente- el recuerdo de aquellas luchas contracorriente de unos pocos seres humanos para conseguir la erradicación de la esclavitud. Para recuperar el principal derecho humano, la libertad. Un disco duro en red y sin contraseñas que guarda bien clasificadas todas las revoluciones de los desheredados del mundo por el reconocimiento del derecho de los pueblos a comer y vivir de su sus tierras, aguas y semillas. Una pinacoteca con los retratos en óleo de todas aquellas personas que hicieron posible el derecho al trabajo, a la autodeterminación de los pueblos, a la enseñanza y a la salud gratuita, a la vivienda, y por qué no, también los derechos de la PachaMama.
El Encuentro
Letrados de escuelas que quieren finiquitar, rodeados de niñas y niños con ansías y derecho por saber, hartas de acalorarse en barracones provisionales; inválidos por operaciones quirúrgicas aplazadas, en sillas de ruedas oxidadas que empujan enfermeros expedientados; compositores sin escenario para actuar, pregoneros sin fiestas que inaugurar y enamorados marchitos que no podrán bailar; ganaderas sin veterinarios públicos que les ayuden en las cesáreas; investigadores para un mundo mejor en paro; recolectores de otros países amontonados en viviendas que son muriendas; proscritos y sin papeles y sin derechos; jubilados reviejos sin pensión pública con la que salir a tomar el Sol; novatos en oficios de los que siempre serán aprendices; mutilados de guerras que otros hicieron -el único negocio que no dejarán quebrar- y enfurruñados llegados de países del Sur con gran experiencia deudora preguntándose incrédulos ¿quién debe a quién?,… todas y todos técnicos cualificados en el uso de la memoria, se reunirán los próximos 7 y 8 de octubre en Madrid.
A cara descubierta, sin caretas ni antifaces y con las manos bien apretadas. Con certeza inconfundible de lo que es y no es justo. Con la fuerza y el entusiasmo de las alegrías e indignaciones compartidas. Con la curiosidad y creatividad innatas, para declarar que: «Para devolver vida al mundo habrá que podar y desyerbar los palacios, las sedes bancarias y otros antros que ocultan el escondite secreto de la Caverna. Habrá que abonar la tierra con propuestas nuevas, sin olvidar simientes que siempre funcionaron para reverdecer el panorama. Habrá que regar y plantar cara. Porque lo que se planta y se cuida siempre da frutos».
Una lección.

J.B. PRIESTLEY
Enfrentarse a los malhechores (de Wall Street)
Cuando empezaron las manifestaciones de Ocupa Wall Street, hace tres semanas, la mayoría de los medios informativos desdeñaban los incidentes, si es que se dignaban a mencionarlos. Por ejemplo, después de nueve días de manifestaciones, la Radio Pública Nacional no había dado la más mínima información sobre ellos.
Por tanto, el hecho de que las manifestaciones no solo hayan continuado, sino que además hayan crecido y acabaran volviéndose demasiado importantes para ignorarlas, es una prueba de la pasión de los que participan en ellas. Ahora que los sindicatos y un número cada vez mayor de demócratas expresan al menos un apoyo matizado a los manifestantes, Ocupa Wall Street empieza a parecerse a un acontecimiento importante que, con el tiempo, incluso podría llegar a considerarse un punto de inflexión.
¿Qué podemos decir de las manifestaciones? Lo primero es lo primero: la acusación de los manifestantes de que Wall Street es una fuerza destructiva, económica y políticamente es totalmente acertada.
Un cinismo agotador y la certeza de que nunca se hará justicia se han apoderado de una gran parte de nuestro debate político y, sí, yo mismo he sucumbido a veces. Mientras tanto, ha resultado fácil olvidar lo escandalosa que es realmente la historia de nuestras desgracias económicas. Por eso, en caso de que lo hayan olvidado, ha sido una obra en tres actos.
En el primer acto, los banqueros se aprovecharon de la liberalización para desmandarse (y pagarse unas espléndidas sumas), inflando unas enormes burbujas mediante unos préstamos temerarios. En el segundo acto, las burbujas se pincharon, pero los contribuyentes rescataron a los banqueros, con muy pocos compromisos a cambio, aunque los trabajadores normales y corrientes seguían sufriendo las consecuencias de los pecados de los banqueros. Y en el tercer acto, los banqueros mostraron su agradecimiento volviéndose contra la gente que les había salvado y proporcionando su apoyo -y la riqueza que seguían poseyendo gracias a los rescates- a los políticos que prometieron mantener sus impuestos bajos y eliminar la moderada normativa que se estableció a raíz de la crisis.
Teniendo en cuenta esta historia, ¿cómo es posible no aplaudir a los manifestantes por tomar finalmente partido?
Es verdad que algunos de los manifestantes van vestidos de forma extraña o tienen lemas que parecen absurdos, lo que es inevitable dado el carácter abierto de los acontecimientos. Pero ¿y qué? A mí, al menos, me ofende mucho más ver a unos plutócratas con trajes de corte exquisito, que deben su permanente riqueza a las garantías del Gobierno y se quejan de que el presidente Obama ha dicho cosas malas sobre ellos, que ver a unos jóvenes desharrapados denunciando el consumismo.
Tengan en cuenta también que la experiencia ha dejado penosamente claro que los hombres trajeados no solo no tienen ningún monopolio sobre la sabiduría, sino que además tienen muy poca sabiduría que ofrecer. Cuando los bustos parlantes de, pongamos por caso, la CNBC se mofan de los manifestantes por su falta de seriedad, recuerden cuántas personas serias nos aseguraron que no había una burbuja de la vivienda, que Alan Greenspan era un oráculo y que los déficits presupuestarios harían que se dispararan los tipos de interés. Una crítica mejor a los manifestantes es su falta de reivindicaciones políticas concretas. Seguramente resultaría útil que los manifestantes se pudieran poner de acuerdo sobre al menos algunos cambios políticos que les gustaría ver promulgados. Pero no deberíamos conceder demasiada importancia a la falta de concreción. Está claro qué clase de cosas quieren los manifestantes de Ocupa Wall Street, y en realidad es a los intelectuales políticos y a los políticos a quienes les corresponde la labor de completar los detalles.
Rich Yeselson, un experto organizador e historiador de movimientos sociales, ha sugerido que la ayuda para las deudas de los estadounidenses que trabajan sea uno de los temas centrales de las manifestaciones. Yo lo secundo, porque dicha ayuda, además de hacer justicia económica, podría contribuir en gran medida a la recuperación de la economía. Y sugeriría que los manifestantes también exijan inversiones en infraestructuras -no más recortes de impuestos- para ayudar a crear puestos de trabajo. Ninguna propuesta va a convertirse en ley en el actual clima político, pero la razón principal de las protestas es cambiar ese clima político.
Y ello abre verdaderas oportunidades políticas. No, por supuesto, para los republicanos de hoy día, que instintivamente se ponen de parte de los que Theodore Roosevelt apodaba los malhechores de gran riqueza. Mitt Romney, por ejemplo, quien, dicho sea de paso, probablemente pague menos impuestos con respecto a sus ingresos que muchos estadounidenses de clase media, condenó rápidamente las manifestaciones llamándolas “guerra de clases”.
Pero a los demócratas se les está brindando lo que equivale a una segunda oportunidad. El Gobierno de Obama ya desperdició antes una gran cantidad de posible buena voluntad al adoptar unas medidas benignas con los banqueros que no consiguieron poner en marcha una recuperación económica, y eso que los banqueros devolvieron el favor volviéndose en contra del presidente. Ahora, sin embargo, el partido de Obama tiene la oportunidad de empezar de cero. Lo único que tiene que hacer es tomarse esas manifestaciones tan en serio como merecen tomarse.
Y si las manifestaciones incitan a algunos políticos a hacer lo que deberían haber estado haciendo desde el principio, Ocupa Wall Street habrá sido un éxito clamoroso.
Paul KRUGMAN es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de 2008.
Los tiempos tienen que cambiar
Portada del diario PÚBLICO, 21/OCTUBRE/2011
En la contraportada, el nombre de las 829 víctimas de ETA, desde J. Pardines, guardia civil asesinado el 7 de junio de 1968 hasta J.G. Nerin, gendarme francés, asesinado el 16 de marzo de 2010
... Pero ¿cambian definitiva, irreversiblemente?

Forges, El País, 21/X/2011
15 OCTUBRE

Los poderes establecidos actúan en beneficio de unos pocos, desoyendo la voluntad de la gran mayoría, sin importarles los costes humanos y ecológicos que tengamos que pagar. Hay que poner fin a esta intolerable situación y unidas y unidos en una sola voz, hacer saber a los políticos y a las élites financieras a las que sirven, que ahora somos nosotros, las gentes, quienes van a decidir nuestro futuro.
En unidad seremos capaces de alcanzar la soberanía que los intereses de los capitales nos intentan arrebatar, juntos conseguiremos la soberanía global que como seres humanos nos pertenece de forma natural.
Exigimos, por tanto, a todos los poderes políticos, militares y jurídicos que se pongan al servicio del pueblo, demostrando un ejercicio de verdadera democracia, para habilitar los mecanismos, cambios y reformas necesarias para garantizarnos una soberanía global que contemple los siguientes puntos:
Soberanía alimentaria para todos los pueblos y personas del planeta, garantizando el derecho de los pueblos y de las comunidades a definir sus políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas.
Esto incluye el verdadero derecho a la alimentación y a la producción de alimentos, que todos los pueblos tengan acceso a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, a una capacidad para mantenerse a si mismos y a sus sociedades garantizando el libre acceso al agua, la tierra, las semillas naturales y la biodiversidad.
Soberanía social que defienda al individuo en igualdad con el resto de su comunidad, así como con las demás comunidades del plantea, garantizando sus derechos y deberes, el cumplimiento de la declaración universal de los derechos humanos, el derecho a vivir en paz y en libertad, dignidad e igualdad dentro y fuera de su territorio, independientemente de su sexo, raza, condición social o económica, ideología, religión, orientación sexual o cualquier otro tipo de pensamiento o diferencia con el resto de los individuos de su comunidad, dentro de un marco de respeto mutuo por los derechos y deberes de todos y todas.
Soberanía cultural que respete y proteja las identidades de los pueblos originarios y las minorías dentro de un mundo global y multicultural. Que garantice el libre acceso al conocimiento y a la información de forma transparente y eficaz, el libre acceso a los medios de comunicación y a las nuevas tecnologías, la libertad de pensamiento y de expresión, la libertad de creencias y prácticas religiosas, separando completamente a estas de un estado y unos poderes públicos que han de ser verdaderamente laicos. La libertad de ideología y la libertad cultural. Soberanía cultural que garantice el acceso a una ecuación libre, de calidad y gratuita a todos los niveles de formación para todas las personas del planeta.
Soberanía política que garantice una democracia real, directa y participativa, la libertad y el derecho a participación de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas que afectan a su presente y futuro a través de sistemas seguros de voto electrónico y referéndum. La transparencia absoluta de la administración y los poderes públicos y el libre acceso a toda la documentación generada por estos.
Que proteja la soberanía política de las comunidades y pueblos con identidad propia, así como su reconocimiento dentro de las estructuras y jerarquías políticas estatales e internacionales como pueblo soberano dentro de su marco territorial.
Soberanía económica, energética y mercantil, garantizando unos servicios bancarios y financieros que protejan los créditos hipotecarios. Un estricto control de las finanzas y las transacciones internacionales, persiguiendo y luchando activamente contra la especulación. Un correcto reparto de las riquezas y un equilibrio solidario de los impuestos. La eliminación de los paraísos fiscales y de los privilegios de los grandes capitales. El control de los mercados y de los movimientos de mercancías, protegiendo el comercio local y de proximidad, garantizando un comercio justo basado en valores éticos y medioambientalmente sostenibles. Medidas y leyes que garanticen la soberanía energética de los pueblos, aprovechando los recursos de los que disponga su territorio en beneficio de todo su pueblo soberano. Una soberanía que garantice al individuo la libertad de autoproducción de energía para el autoconsumo a través de los medios a su alcance, respetando los valores de la sostenibilidad y minimización del impacto ambiental.
Por tanto, nos unimos en una sola voz en todo el mundo, exigimos una soberanía global para todos los pueblos y comunidades del planeta en favor del bien y los intereses comunes, la igualdad, la equidad y una verdadera sostenibilidad que garantice la vida digna a las futuras generaciones.
Exigimos el inmediato abandono del sistema neoliberalista que nos está llevando a la mercantilización del ser humano, y por tanto, hacia una autodestrucción global. Exigimos la adopción de un sistema político, social y económico que defienda esta soberanía global y garantice nuestro presente y nuestro futuro primando los intereses comunes, el pleno empleo, los servicios sociales, la educación y la sanidad por encima de cualquier tipo de interés privado o privativo de cualquier persona o entidad, pública o privada.
Siguiendo la senda del camino de cooperación y hermandad que hoy nos trajo hasta aquí, seguiremos trabajando y luchando de forma pacífica por nuestros derechos naturales hasta que nuestras exigencias sean escuchadas y atendidas, hasta conseguir el cambio necesario.
¡No somos mercancía en manos de políticos y banqueros que no nos representan!
Hemos gritado que no nos representan y que nosotros no somos los responsables, ni ganamos demasiado, ni somos improductivos. Hemos clamado que lo llaman democracia y no lo es, que es en realidad un sistema excluyente que no representa al pueblo. Hemos coreado en las calles que están robando a los pobres y han secuestrado al estado con privatizaciones para enriquecer a los ricos, que siguen sedientos tras largas noches de borrachera. Nos rebelamos contra los recortes de los servicios públicos y el desgaste de nuestros derechos y libertades. Sabemos que la deuda es una estafa y denunciamos que los mercados y los banqueros están por encima de toda ley. Hemos debatido, nos hemos organizado, hemos desarrollado propuestas y en ese proceso hemos tomado conciencia del poder de la ciudadanía.
Mientras, la ambición de los que provocaron la crisis, de los que exigen recortes en prestaciones y derechos sociales o laborales, no amaina. Pero hemos iniciado el camino de los que saben que la crisis no es una catástrofe inevitable. Es consecuencia de la especulación y del enriquecimiento de la élite financiera, principal responsable y principal beneficiaria.
El día 15 de Octubre nos reuniremos en las plazas de todo el mundo, porque hemos comprendido que este mundo es uno y es nuestro. No sólo decimos, “pueblos del mundo, ¡uníos!”, lo estamos haciendo. Haremos saber a todos que la re-evolución ha comenzado y que los ciudadanos reclamamos lo que es nuestro, nuestra soberanía.
Hoy seremos mucho más que una gran mancha de puntitos sobre el tablero del mundo. Ya dijimos que no y esta vez lo diremos juntos. No miraremos impasibles cómo se abandona a su suerte a las personas más débiles, en cualquier parte del mundo. No miraremos impasibles cómo el legado de nuestros abuelos, el fruto de las luchas de clases, las lecciones de las guerras que asolaron el siglo XX, son robados a nuestros hijos: los que no tienen trabajo, los que no cotizan, los que no tendrán una pensión digna. Algunos hoy aún juegan en el parque y otros muchos ni siquiera han nacido. Su futuro nos compromete con el presente. Esos, los más pequeños, nos preguntarán algún día, ¿tú dónde estabas el 15 de Octubre?
EL MUNDO ES UNO Y ES NUESTRO
15 DE OCTUBRE FOR GLOBAL DEMOCRACY

Nos enfrentamos a una cruel dictadura de los mercados sobre la ciudadanía y los pueblos del Mundo, que está liquidando lo mejor del legado europeo, es decir los logros conseguidos en cuanto a un modelo de bienestar, solidaridad, democracia representativa y paz.
Esta crisis ha sido generada por la avaricia desmedida de los mercados, desreglamentados por nuestros políticos al dictado de las antidemocráticas instituciones financieras internacionales. Acumular beneficios para conseguir más y más poder ha constituido el único fin de unas corporaciones que han desplazado a los Estados y a la soberanía popular del legítimo poder democrático.
La desreglamentación de los mercados en general y de los de capital y cambio en particular, ha posibilitado que las poderosas finanzas desreguladas impongan a los Estados sus reglas del juego, sin ningún control por parte de estos y ha convertido el mundo en un campo de batalla económica donde una minoría plutocracia de los dineros impone su dominio a los pueblos, hundiéndolos económica y socialmente.
Recuperar y profundizar en el proyecto democrático es una urgente tarea. Para ello en este momento crítico hemos de plantar cara con decisión a los depredadores financieros y a todos los que pretenden destrozar los mejores logros y sueños populares. En ATTAC creemos que efectivamente otro Mundo mejor es posible si la ciudadanía se moviliza unida por un cambio global para lograrlo.
Unámonos todos para plantar cara a la rapiña financiera y a todas las políticas que lo permiten exigiendo: Regulación y control de los mercados, impuestos a las transacciones financieras, una fiscalidad justa, ambiental y redistributiva, abolición de la deuda injusta y odiosa, así como de los paraísos fiscales, y la restauración de una banca pública que vuelva a generar capital social.
Es hora de exigir un cambio de rumbo que sea favorable para los intereses de los pueblos, de los ciudadanos, de los trabajadores, los grandes perjudicados hasta ahora, y solo puede hacerse con medidas de justicia distributiva fiscal, que obliguen a los grandes propietarios, gestores, administradores de capital y a los especuladores, a aportar recursos financieros que permitan a los Estados impulsar políticas de desarrollo sostenible y un nuevo reparto del trabajo en un Mundo cada vez más automatizado y precarizado.
¡Todas y todos a las calles el 15-O en defensa de la democracia y la justicia social y por un cambio global!
SIETE MOTIVOS PARA EL 15 0
1. Porque no me resigno a que de esta crisis sólo podamos salir agachando la cabeza, apretando los dientes y renunciando a lo que tantos años costó construir.
2. Porque no fueron ni los trabajadores ni los parados ni los profesores ni sus alumnos ni los médicos ni sus pacientes ni los pensionistas ni nuestros hijos quienes hundieron la economía. Pero sí son ellos, somos nosotros, los únicos que lo vamos a pagar.
3. Porque quiero un modelo fiscal donde cada cual aporte según su capacidad y cada cual reciba según su necesidad. Porque exijo ese “sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad” que me prometió el artículo 31 de la Constitución.
4. Porque la Constitución también me dijo que “la soberanía nacional reside en el pueblo español”, no en el Banco Central Europeo o en Wall Street.
5. Porque si hay dinero público suficiente para volver a rescatar a los bancos, a las cajas o a sus millonarios directivos, también debería haberlo para ayudar a esas familias hipotecadas que lo pierden todo porque no pueden pagar.
6. Porque las desigualdades económicas aumentan y me niego a que sea la eficacia, sin la equidad, el único patrón para medir el éxito de una sociedad.
7. Porque tal vez no sirva de nada. Porque tal vez nada vaya cambiar. Porque puede que sólo nos quede la protesta y la palabra. Pero lo que seguro que será completamente inútil es quedarse en casa y esperar sentado a que todo se solucione sin más.
Por estos siete motivos, y otros cuantos muchos más, este sábado 15 de octubre estaré en la calle para pedir al mundo un cambio global. Un cambio a mejor.
I. ESCOLAR,
www.escolar.net
El negocio del siglo
El acaparamiento de tierras está teniendo un impacto devastador en las vidas de las personas pobres y excluidas. Las personas pierden sus hogares y la tierra de la que dependen para cultivar comida para alimentarse y ganarse la vida. La escena representada, tomada de El precio de la ambición, muestra el momento en que los trabajadores de una agencia de bienes raíces se reúnen con un representante de su oficina central, enviado para motivarlos a comprar y vender tierra sin importar las consecuencias, o, de lo contrario, se arriesgan a perder sus empleos.
Ariane Arpa, directora general de Intermón Oxfam, ha afirmado: “Este vídeo muestra una situación similar a la que estamos viendo en todo del mundo, en el que se compran tierras para obtener beneficios y satisfacer la demanda. La inversión en agricultura debiera ser bienvenida, pero debemos lograr que existan medidas que aseguren que las necesidades de miles de personas pobres y vulnerables no sean dejadas de lado por los intereses de unos pocos”.
Oxfam hace un llamamiento a los inversores, los gobiernos nacionales y a las organizaciones internacionales para que tomen una serie de medidas para poner fin al acaparamiento de tierras de manera tal que las comunidades afectadas sean consultadas, tratadas con justicia y tengan los medios para cultivar suficiente comida para alimentarse.
El interés de Oxfam por el acaparamiento de tierras está enmarcado dentro de la campaña CRECE, lanzada a mediados de este año. La campaña busca asegurar que haya suficientes alimentos para comer en un contexto en el que disminuyen recursos como la tierra, el agua y la energía; se incrementa a ritmo acelerado el cambio climático y aumenta la volatilidad de precios. Cada día, 925 millones de personas pasan hambre alrededor del mundo. Es momento de actuar.
El hambre cotiza en Bolsa
H. KNAUP / M. SCHIESSL Y A. SEITH 04/09/2011
La sala en la que se reparte la comida del mundo parece cualquier cosa menos apetitosa. En la Bolsa de Chicago hay trozos de papel y vasos de cartón por todas partes, hombres sudorosos con chaquetas de colores chillones van de un lado a otro, gesticulan, gritan y se enzarzan en peleas por los contratos de semillas de soja, carne de cerdo o cereales.
Aquí, en la sala de negociación de la mayor Bolsa de materias primas del mundo se decide sobre los precios de los alimentos, y con ellos sobre el destino de millones de personas. El hambre del planeta se organiza aquí, además de la riqueza de unos pocos.
Para Alan Knuckman no hay mejor lugar en el mundo: "Esto es el capitalismo en estado puro", comenta este experto en materias primas, con una cara que se ilumina como la de un chiquillo; quizá porque nunca ha dejado de jugar. Hace 27 años que trabaja aquí. Al principio por cuenta de agencias intermediarias, pero pronto fundó la suya y ahora es analista en Agora Financials, una consultoría de inversiones en materias primas. "Estoy aquí para hacer dinero", comenta.
Cómo lo haga le da igual. Para él no hay diferencia ninguna entre petróleo, plata y alimentos. "No creo en la política, sino en el mercado, que siempre tiene razón".
¿La escalada de los precios de los alimentos? Para él, son una simple expresión del juego de la oferta y la demanda. ¿Los especuladores? Son buenos para los mercados, porque predicen con antelación los acontecimientos. ¿Excesos especulativos? "No veo dónde", afirma.
Esto último no deja de sorprender, porque en el mundo financiero nunca se ha producido tal volumen de inversión en las materias primas agrícolas. Solo en el último trimestre de 2010 se triplicó la inversión en comparación con los tres meses previos. El mercado posee una gran liquidez desde que los Estados trataron de sofocar la crisis financiera con enormes programas anticíclicos y paquetes de ayuda.
El pan del mundo atrae a inversores a los que les interesan tan poco los cereales como, anteriormente, las empresas punto.com o las hipotecas subprime. Estamos hablando de fondos de pensiones que manejan cifras multimillonarias y de pequeños ahorradores que buscan nuevas oportunidades de inversión más seguras, o de bancos que ofrecen apuestas financieras al por mayor sobre fondos de inversión en productos agrícolas.
El lado oscuro de todo esto es que, en paralelo al hambre de agroacciones, también suben los precios de los alimentos. Ya en marzo, la FAO anunció que se habían alcanzado nuevos récords en los precios, que superaron incluso los de la última gran crisis alimentaria de 2008. Según el Índice de Precios de los Alimentos de la FAO, el coste de los productos alimenticios experimentó un alza del 39% en el curso de un año. Los precios de los cereales subieron un 71%, al igual que los de los aceites y grasas destinados a la alimentación. El último índice publicado, en julio pasado, marcaba los 234 puntos, solo cuatro por debajo del récord histórico de febrero. "La época de los alimentos baratos se ha acabado", profetiza Knuckman.
Para sus compatriotas estadounidenses, que destinan el 13% de la renta disponible a adquirir productos para la nutrición, puede que el alza de los precios no pase de ser una molestia. Pero para los pobres del mundo, que dedican a comer el 70% de su magro presupuesto, es una amenaza existencial.
Desde junio del año pasado, 44 millones de personas han caído bajo el umbral de la pobreza solo a causa del incremento de los precios de los alimentos, según el Banco Mundial. Son personas que tienen que sobrevivir con menos de 1,25 dólares diarios. Hay más de mil millones de personas que sufren desnutrición en el mundo. La actual hambruna del Cuerno de África tampoco es consecuencia exclusiva de la sequía, la guerra civil o las élites corruptas, sino de los elevados precios de los alimentos.
"Efectos colaterales no deseados del mercado": así describe Knuckman el hecho de que los más pobres entre los pobres no puedan permitirse comer. Halima Abubakar, de 25 años, padece ese efecto colateral en sus propias carnes.
Hablamos con la keniana en su chabola de Kibera, el poblado marginal más grande de la capital, Nairobi. Abubakar se pregunta qué pondrá en la mesa a su marido y a sus dos hijos esta noche. Hasta hace poco, los Abubakar estaban entre los que mejor iban tirando en su misérrimo entorno. Con un salario de 150 euros como guardia en una prisión, el marido de Halima podía alimentar pasablemente a su familia.
Pero ahora, de repente, todo se ha hecho más difícil: la harina de maíz, piedra angular de la nutrición en Kenia, se ha encarecido en un 100% en los últimos cinco meses. Un récord. Pero el precio de las patatas ha subido un tercio, el de la leche aún más y de las verduras, para qué hablar.
"Cada vez sufre más la gente pobre y más gente puede caer en la pobreza por el alza y la fluctuación de los precios alimentarios", afirma Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial. En congresos, conferencias y reuniones se repiten, como en un rosario, las supuestas razones de la explosión de los precios, entre otras, el cambio climático y las sequías e inundaciones que conlleva; la creciente proporción de tierras de cultivo dedicadas a los biocombustibles; la mejoría en la alimentación de los países emergentes y su mayor consumo de carne; o el aumento de la población mundial, que crece más deprisa que la producción agraria.
Todos estos factores parecen lógicos y evidentes, y sin duda contribuyen a las tensiones en los precios. Pero no son su causa.
Oliver de Schutter, redactor de un informe de la ONU sobre el derecho a la alimentación, echa por tierra algunos mitos: "El apoyo a los biocombustibles, así como otros aspectos relacionados con la oferta [como las malas cosechas o la suspensión de exportaciones] son factores de una importancia relativamente secundaria, pero en el tenso y desesperado estado de las finanzas mundiales desencadenan una gigantesca burbuja especulativa". En su informe señala como culpables a grandes inversores que, dada la sequía en los mercados financieros, se han pasado en masa al comercio de materias primas, distorsionando los precios más allá de toda proporción. Los excesos especulativos son, según Schutter, la causa primordial del encarecimiento.
De hecho, las razones que se aducen una y otra vez para la explosión de los precios no resisten un examen detenido. Como es natural, los cultivos para biocombustibles demandan cada vez más tierras, pero hasta ahora solo constituyen el 6% de la cosecha mundial de cereales. Según el Banco Mundial, el impacto de los biocombustibles es considerablemente inferior a lo que se pensaba.
Lo mismo puede decirse del mayor consumo de carne en los países emergentes. Según el Instituto para la Investigación de la Política Alimentaria de Washington (IFPRI, por sus siglas en inglés), países como China, India o Indonesia han cubierto el incremento de su demanda sin recurrir de forma significativa al mercado internacional. "Carecemos de cualquier prueba que apunte al supuesto impacto en los precios mundiales de la demanda de los países emergentes", asegura el Banco Mundial en un informe.
Respecto al cambio climático, que sin duda ha inducido un recorte en la producción, hay que apuntar que esta sigue superando al consumo.
Sin embargo, la histeria que rodea la supuesta emergencia alimentaria probablemente sí forme parte de una estudiada estrategia de inversión. Al fin y al cabo, cada burbuja financiera se apoya en un guion: en el caso de la burbuja de Internet, lo que hizo que la gente perdiera el sentido común fue la historia de la Nueva Economía. En el de las hipotecas bancarias, el cuento de que los bienes inmuebles jamás perderían su valor. Ahora, con la burbuja alimentaria, es el temor a la supuesta carestía futura de los alimentos, algo que todos necesitamos.
El que la comida haya mutado en objeto de especulación en Wall Street tiene sobre todo que ver con un cambio fundamental que describe la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés): la reciente metamorfosis del mercado de productos alimentarios en un mercado financiero.
Heiner Flassbeck, economista jefe de UNCTAD, se ocupa desde hace tiempo de este asunto. Tras el desplome financiero de 2008 empezó a seguir la evolución del mercado de monedas, materias primas, deuda pública y acciones. Las curvas mostraban un sorprendente parecido. Flassbeck constituyó un grupo para investigar el fenómeno, que aportó unos resultados explosivos: el mercado de materias primas no funciona; en todo caso, no funciona como, según los modelos económicos, lo hace un mercado, en el que los precios se forman a través de la oferta y la demanda. En el informe publicado por el equipo de Flassbeck, las actividades de los actores financieros "empujan los precios de las materias primas mucho más allá de los niveles que justificarían los datos fundamentales del mercado".
Así se produce una distorsión masiva de los precios. Estos se forman no bajo la influencia de factores reales, sino bajo la de las expectativas económicas. La mayoría de los inversores que se lanzan hoy al mercado de materias primas no tiene la menor idea sobre la materia. "Quieren diversificar su cartera, subirse a un mercado en crecimiento o, sencillamente, hacer lo que todos los demás están haciendo", afirma el informe de la UNCTAD.
¿Pero a qué se debe que fondos de alto riesgo y bancos de inversión influyan en lo que vale el pan en Túnez, la harina en Kenia o el maíz en México? ¿Por qué se decide en parte en las Bolsas de Chicago, Nueva York o Londres cuánta gente va a pasar hambre?
La culpa la tiene una mutación trascendental de los mercados que ha pasado inadvertida durante varios años. Al lado del mercado tradicional, en el que los precios eran el resultado del juego de la oferta y la demanda, ha ido surgiendo un mercado de futuros financieros negociables en Bolsa. Para asegurarse frente a las fluctuaciones de precios, los productores vendían de antemano sus cosechas a un precio fijado. Cuando vencía el contrato a futuro y se suministraba la mercancía, si el precio en ese momento era más bajo que el prefijado, se beneficiaba el agricultor; en caso contrario, el poseedor del contrato de futuros. Con esa operación todos ganaban: los productores limitaban sus riesgos, quienes negociaban los futuros proveían de liquidez al mercado, y los consumidores veían cubierta su demanda.
En este mercado podían participar sobre todo actores directamente implicados en la industria agroalimentaria. Los bancos tenían en él un papel pequeño; era una especie de negocio a crédito, y funcionó bien y de forma estable durante décadas. Hasta que fue descubierto por la industria financiera.
El truco es que los especuladores nunca convierten los futuros en auténticas mercancías. Por ejemplo, los fondos venden contratos a 70 días poco antes del plazo de vencimiento y reinvierten el dinero fresco en nuevos futuros financieros. El sistema se convierte en un carrusel perpetuo sin que los inversores tengan jamás contacto con los auténticos precios de mercado. No importa, argumentan quienes dudan que los especuladores sean responsables del alza continua de los precios de las materias primas: en el mercado real siguen vigentes las reglas de la oferta y la demanda, que reequilibrarán las cosas con independencia de lo que ocurra en el mercado de futuros.
Error. De hecho, los precios de los futuros repercuten sobre los auténticos precios de mercado, como descubrió el responsable del Departamento de Mercados y Comercio del IFPRI, Máximo Torero. Cuando puso bajo la lupa los mercados del maíz, la soja y el trigo, constató que, en la mayoría de los casos, los precios reales seguían los precios de los futuros. El supuesto futuro transforma el presente; a su vez, las expectativas de mayores ganancias venideras animan al acaparamiento a quienes aún poseen mercancías reales, lo que a su vez vuelve a empujar al alza los precios. Así, la entrada de las finanzas ha desequilibrado por completo el mercado alimentario, tan predecible en otros tiempos. Según la FAO, solo el 2% de los contratos de futuros sobre materias primas acaban en un suministro real de las mercancías. El 98% restante se vende de antemano por especuladores que están interesados en la ganancia rápida y no en 1.000 mitades de cerdo. Hablamos de jugadores como Goldman Sachs, que en 2009 ganó más de 5.000 millones especulando en materias primas, lo que supuso más de un tercio de sus beneficios netos.
"Para restablecer el funcionamiento normal de los mercados de materias primas se requiere una rápida actuación política mundial", escribe UNCTAD, que exige más transparencia en estos mercados y reglas más estrictas para sus participantes. Los inversores, por su parte, no consideran parte de su tarea producir alimentos a precios asequibles. Su trabajo es convertir mucho dinero en mucho más dinero. Quien preste oídos a su asesor financiero cuando este le diga que invertir en fondos de materias primas sirve para garantizar la nutrición mundial, en el futuro debería tener clara al menos una cosa: esas inversiones forman parte del problema, no de la solución. -
EL PAÍS, 4 septiembre 2011
VER, PENSAR , ACTUAR por vosotros mismos.
Informaos,…y formar vuestra propia opinión, vuestra valoración.
VER, PENSAR , ACTUAR por vosotros mismos.
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... y decenas más... Buscarlas, encontrarlas vosotros mismos
Ingenuos, pensamos que la crisis sería el abreojos, la oportunidad para acabar con el encantamiento y sin embargo se adensó la ceguera y el miedo. Los que mandan han comprobado que enfrente apenas hay nada; por eso aprietan el acelerador, por eso no pararán hasta que la rabia de las gentes despierte.
El artículo se llamaba Esperando a los bárbaros, rememorando un poema de K. KAVAFIS, poeta griego del siglo XX, y comenzaba con los primeros versos del poema
¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.
El poema termina con los siguientes versos:
¿Por qué de pronto esa inquietud
y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.)
¿Por qué vacía la multitud calles y plazas,
y sombría regresa a sus moradas?
Porque la noche cae y no llegan los bárbaros.
Y gente venida desde la frontera
afirma que ya no hay bárbaros.
¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?
Quizá ellos fueran una solución después de todo.
Pero ahora, bien al contrario, la multitud no vacía las calles, las plazas, las toma, las llena; se resiste a regresar a sus casas; permanece, sigue en las plazas.
Quizás sigan presentes la ceguera y el miedo pero ahora también han aparecido la indignación y la determinación. Hay que sumar sosiego firme y reflexión para que no se desemboque en el fanatismo.
Quizás los que mandan (quiénes sean) ya observen que enfrente sí hay alguien.
Quizás los bárbaros podrían ser la solución. Y quizás, sí los hay, pero acaso somos nosotros mismos, podemos ser nosotros mismos
Puede ser el momento… puede ser una buena dirección…
Que lo sea o no lo sea dependerá de…
VER, PENSAR , ACTUAR por vosotros mismos
¿CUÁNTA TIERRA NECESITA UN HOMBRE?
"Qué te parece -pensó Pahom- Esa tierra se vende, y yo no obtendré nada."
Así que decidió hablar con su esposa.
Otras personas están comprando, y nosotros también debemos comprar unas diez hectáreas. La vida se vuelve imposible sin poseer tierras propias.
Se pusieron a pensar y calcularon cuánto podrían comprar. Tenían ahorrados cien rublos. Vendieron un potrillo y la mitad de sus abejas; contrataron a uno de sus hijos como peón y pidieron anticipos sobre la paga. Pidieron prestado el resto a un cuñado, y así juntaron la mitad del dinero de la compra. Después de eso, Pahom escogió una parcela de veinte hectáreas, donde había bosques, fue a ver a la dama e hizo la compra.
Así que ahora Pahom tenía su propia tierra. Pidió semilla prestada, y la sembró, y obtuvo una buena cosecha. Al cabo de un año había logrado saldar sus deudas con la dama y su cuñado. Así se convirtió en terrateniente, y talaba sus propios árboles, y alimentaba su ganado en sus propios pastos. Cuando salía a arar los campos, o a mirar sus mieses o sus prados, el corazón se le llenaba de alegría. La hierba que crecía allí y las flores que florecían allí le parecían diferentes de las de otras partes. Antes, cuando cruzaba esa tierra, le parecía igual a cualquier otra, pero ahora le parecía muy distinta.
Un día Pahom estaba sentado en su casa cuando un viajero se detuvo ante su casa. Pahom le preguntó de dónde venía, y el forastero respondió que venía de allende el Volga, donde había estado trabajando. Una palabra llevó a la otra, y el hombre comentó que había muchas tierras en venta por allá, y que muchos estaban viajando para comprarlas. Las tierras eran tan fértiles, aseguró, que el centeno era alto como un caballo, y tan tupido que cinco cortes de guadaña formaban una avilla. Comentó que un campesino había trabajado sólo con sus manos, y ahora tenía seis caballos y dos vacas.
El corazón de Pahom se colmó de anhelo.
"¿Por qué he de sufrir en este agujero -pensó- si se vive tan bien en otras partes? Venderé mi tierra y mi finca, y con el dinero comenzaré allá de nuevo y tendré todo nuevo".
Pahom vendió su tierra, su casa y su ganado, con buenas ganancias, y se mudó con su familia a su nueva propiedad. Todo lo que había dicho el campesino era cierto, y Pahom estaba en mucha mejor posición que antes. Compró muchas tierras arables y pasturas, y pudo tener las cabezas de ganado que deseaba.
Al principio, en el ajetreo de la mudanza y la construcción, Pahom se sentía complacido, pero cuando se habituó comenzó a pensar que tampoco aquí estaba satisfecho. Quería sembrar más trigo, pero no tenía tierras suficientes para ello, así que arrendó más tierras por tres años. Fueron buenas temporadas y hubo buenas cosechas, así que Pahom ahorró dinero. Podría haber seguido viviendo cómodamente, pero se cansó de arrendar tierras ajenas todos los años, y de sufrir privaciones para ahorrar el dinero.
"Si todas estas tierras fueran mías -pensó-, sería independiente y no sufriría estas incomodidades."
Sólo debes hacerte amigo de los jefes -dijo- Yo regalé como cien rublos en vestidos y alfombras, además de una caja de té, y di vino a quienes lo bebían, y obtuve la tierra por una bicoca.
"Vaya -pensó Pahom-, allá puedo tener diez veces más tierras de las que poseo. Debo probar suerte."
Pahom encomendó a su familia el cuidado de la finca y emprendió el viaje, llevando consigo a su criado. Pararon en una ciudad y compraron una caja de té, vino y otros regalos, como el vendedor les había aconsejado. Continuaron viaje hasta recorrer más de quinientos kilómetros, y el séptimo día llegaron a un lugar donde los bashkirs habían instalado sus tiendas.
En cuanto vieron a Pahom, salieron de las tiendas y se reunieron en torno al visitante. Le dieron té y kurniss, y sacrificaron una oveja y le dieron de comer. Pahom sacó presentes de su carromato y los distribuyó, y les dijo que venía en busca de tierras. Los bashkirs parecieron muy satisfechos y le dijeron que debía hablar con el jefe. Lo mandaron a buscar y le explicaron a qué había ido Pahom.
El jefe escuchó un rato, pidió silencio con un gesto y le dijo a Pahom:
De acuerdo. Escoge la tierra que te plazca. Tenemos tierras en abundancia.
¿Y cuál será el precio? -preguntó Pahom.
Nuestro precio es siempre el mismo: mil rublos por día. Pahom no comprendió.
¿Un día? ¿Qué medida es ésa? ¿Cuántas hectáreas son?
No sabemos calcularlo -dijo el jefe-. La vendemos por día. Todo lo que puedas recorrer a pie en un día es tuyo, y el precio es mil rublos por día. Pahom quedó sorprendido.
Pero en un día se puede recorrer una vasta extensión de tierra -dijo. El jefe se echó a reír.
¡Será toda tuya! Pero con una condición. Si no regresas el mismo día al lugar donde comenzaste, pierdes el dinero.
¿Pero cómo debo señalar el camino que he seguido?
Iremos a cualquier lugar que gustes, y nos quedaremos allí. Puedes comenzar desde ese sitio y emprender tu viaje, llevando una azada contigo. Donde lo consideres necesario, deja una marca. En cada giro, cava un pozo y apila la tierra; luego iremos con un arado de pozo en pozo. Puedes hacer el recorrido que desees, pero antes que se ponga el sol debes regresar al sitio de donde partiste. Toda la tierra que cubras será tuya.
"¡Qué gran extensión marcaré! -pensó-. Puedo andar fácilmente cincuenta kilómetros por día. Los días ahora son largos, y un recorrido de cincuenta kilómetros representará gran cantidad de tierra. Venderé las tierras más áridas, o las dejaré a los campesinos, pero yo escogeré la mejor y la trabajaré. Compraré dos yuntas de bueyes y contrataré dos peones más. Unas noventa hectáreas destinaré a la siembra y en el resto criaré ganado."
Por la puerta abierta vio que estaba rompiendo el alba.
Es hora de despertarlos -se dijo-. Debemos ponernos en marcha. Se levantó, despertó al criado (que dormía en el carromato), le ordenó uncir los caballos y fue a despertar a los bashkirs.
Es hora de ir a la estepa para medir las tierras -dijo.
Los bashkirs se levantaron y se reunieron, y también acudió el jefe. Se pusieron a beber más kurniss, y ofrecieron a Pahom un poco de té, pero él no quería esperar.
Si hemos de ir, vayamos de una vez. Ya es hora.
Los bashkirs se prepararon y todos se pusieron en marcha, algunos a caballo, otros en carros. Pahom iba en su carromato con el criado, y llevaba una azada. Cuando llegaron a la estepa, el cielo de la mañana estaba rojo. Subieron una loma y, apeándose de carros y caballos, se reunieron en un sitio. El jefe se acercó a Pahom y extendió el brazo hacia la planicie.
Todo esto, hasta donde llega la mirada, es nuestro. Puedes tomar lo que gustes.
A Pahom le relucieron los ojos, pues era toda tierra virgen, chata como la palma de la mano y negra como semilla de amapola, y en las hondonadas crecían altos pastizales.
El jefe se quitó la gorra de piel de zorro, la apoyó en el suelo y dijo:
Ésta será la marca. Empieza aquí y regresa aquí. Toda la tierra que rodees será tuya.
No importa -dijo al fin-. Iré hacia el sol naciente.
Se volvió hacia el este, se desperezó y aguardó a que el sol asomara sobre el horizonte.
"No debo perder tiempo -pensó-, pues es más fácil caminar mientras todavía está fresco."
Los rayos del sol no acababan de chispear sobre el horizonte cuando Pahom, azada al hombro, se internó en la estepa.
Pahom caminaba a paso moderado. Tras avanzar mil metros se detuvo, cavó un pozo y apiló terrones de hierba para hacerlo más visible. Luego continuó, y ahora que había vencido el entumecimiento apuró el paso. Al cabo de un rato cavó otro pozo.
Miró hacia atrás. La loma se veía claramente a la luz del sol, con la gente encima, y las relucientes llantas de las ruedas del carromato. Pahom calculó que había caminado cinco kilómetros. Estaba más cálido; se quitó el chaquetón, se lo echó al hombro y continuó la marcha. Ahora hacía más calor; miró el sol; era hora de pensar en el desayuno.
He recorrido el primer tramo, pero hay cuatro en un día, y todavía es demasiado pronto para virar. Pero me quitaré las botas -se dijo. Se sentó, se quitó las botas, se las metió en el cinturón y reanudó la marcha. Ahora caminaba con soltura.
"Seguiré otros cinco kilómetros -pensó-, y luego giraré a la izquierda. Este lugar es tan promisorio que sería una pena perderlo. Cuanto más avanzo, mejor parece la tierra."
Siguió derecho por un tiempo, y cuando miró en torno, la loma era apenas visible y las personas parecían hormigas, y apenas se veía un destello bajo el sol.
"Ah -pensó Pahom-, he avanzado bastante en esta dirección, es hora de girar. Además estoy sudando, y muy sediento."
Se detuvo, cavó un gran pozo y apiló hierba. Bebió un sorbo de agua y giró a la izquierda. Continuó la marcha, y la hierba era alta, y hacía mucho calor.
Pahom comenzó a cansarse. Miró el sol y vio que era mediodía. "Bien -pensó-, debo descansar."
Se sentó, comió pan y bebió agua, pero no se acostó, temiendo quedarse dormido. Después de estar un rato sentado, siguió andando. Al principio caminaba sin dificultad, y sentía sueño, pero continuó, pensando: "Una hora de sufrimiento, una vida para disfrutarlo". Avanzó un largo trecho en esa dirección, y ya iba a girar de nuevo a la izquierda cuando vio un fecundo valle. "Sería una pena excluir ese terreno -pensó-. El lino crecería bien aquí.". Así que rodeó el valle y cavó un pozo del otro lado antes de girar. Pahom miró hacia la loma. El aire estaba brumoso y trémulo con el calor, y a través de la bruma apenas se veía a la gente de la loma.
"¡Ah! -pensó Pahom-. Los lados son demasiado largos. Este debe ser más corto." Y siguió a lo largo del tercer lado, apurando el paso. Miró el sol. Estaba a mitad de camino del horizonte, y Pahom aún no había recorrido tres kilómetros del tercer lado del cuadrado. Aún estaba a quince kilómetros de su meta.
"No -pensó-, aunque mis tierras queden irregulares, ahora debo volver en línea recta. Podría alejarme demasiado, y ya tengo gran cantidad de tierra.".
Pahom cavó un pozo de prisa.
Echó a andar hacia la loma, pero con dificultad. Estaba agotado por el calor, tenía cortes y magulladuras en los pies descalzos, le flaqueaban las piernas. Ansiaba descansar, pero era imposible si deseaba llegar antes del poniente. El sol no espera a nadie, y se hundía cada vez más.
"Cielos -pensó-, si no hubiera cometido el error de querer demasiado. ¿Qué pasará si llego tarde?"
Pahom siguió caminando, con mucha dificultad, pero cada vez más rápido. Apuró el paso, pero todavía estaba lejos del lugar. Echó a correr, arrojó la chaqueta, las botas, la botella y la gorra, y conservó sólo la azada que usaba como bastón.
"Ay de mí. He deseado mucho, y lo eché todo a perder. Tengo que llegar antes de que se ponga el sol."
El temor le quitaba el aliento. Pahom siguió corriendo, y la camisa y los pantalones empapados se le pegaban a la piel, y tenía la boca reseca. Su pecho jadeaba como un fuelle, su corazón batía como un martillo, sus piernas cedían como si no le pertenecieran. Pahom estaba abrumado por el terror de morir de agotamiento.
Aunque temía la muerte, no podía detenerse. "Después que he corrido tanto, me considerarán un tonto si me detengo ahora", pensó. Y siguió corriendo, y al acercarse oyó que los bashkirs gritaban y aullaban, y esos gritos le inflamaron aún más el corazón. Juntó sus últimas fuerzas y siguió corriendo.
El hinchado y brumoso sol casi rozaba el horizonte, rojo como la sangre. Estaba muy bajo, pero Pahom estaba muy cerca de su meta. Podía ver a la gente de la loma, agitando los brazos para que se diera prisa. Veía la gorra de piel de zorro en el suelo, y el dinero, y al jefe sentado en el suelo, riendo a carcajadas.
"Hay tierras en abundancia -pensó-, ¿pero me dejará Dios vivir en ellas? ¡He perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese lugar!" Pahom miró el sol, que ya desaparecía, ya era devorado. Con el resto de sus fuerzas apuró el paso, encorvando el cuerpo de tal modo que sus piernas apenas podían sostenerlo. Cuando llegó a la loma, de pronto oscureció. Miró el cielo. ¡El sol se había puesto! Pahom dio un alarido.
"Todo mi esfuerzo ha sido en vano", pensó, y ya iba a detenerse, pero oyó que los bashkirs aún gritaban, y recordó que aunque para él, desde abajo, parecía que el sol se había puesto, desde la loma aún podían verlo. Aspiró una buena bocanada de aire y corrió cuesta arriba. Allí aún había luz. Llegó a la cima y vio la gorra. Delante de ella el jefe se reía a carcajadas. Pahom soltó un grito. Se le aflojaron las piernas, cayó de bruces y tomó la gorra con las manos.
¡Vaya, qué sujeto tan admirable! -exclamó el jefe-. ¡Ha ganado muchas tierras!
El criado de Pahom se acercó corriendo y trató de levantarlo, pero vio que le salía sangre de la boca. ¡Pahom estaba muerto!
Los pakshirs chasquearon la lengua para demostrar su piedad.
Su criado empuñó la azada y cavó una tumba para Pahom, y allí lo sepultó. Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.

¡INDIGNAOS!

Superviviente del campo de concentración de Buchenwald, del que consiguió escapar.
Formó parte de la comisión de la ONU que redactó en 1948 la Declaración Universal de los Derechos humanos.
Y que ahora con 93 años , publica esta obra, que pretende ser un alegato contra la indiferencia.
Así comienza:
Noventa y tres años. Es algo así como la última etapa. El final ya no está muy lejos. ¡Qué suerte poder aprovecharlos para recordar lo que fueron los cimientos de mi compromiso político…!
Y este es el comienzo del prólogo de la obra en español, realizado por José Luis SAMPEDRO.

Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El mundo gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de bienestar de nuestra maravillosa civilización occidental. Aquí no hay guerra, no hay ocupación. Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? ¿O hace tiempo que se ha evolucionado de otro modo?
y dentro de la obra, podemos leer:
Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es un valor preciso, cuando algo te indigna como a mí me indignó el nazismo, te conviertes en alguien militante, fuerte y comprometido.
(...)
En este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo le digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir: ‘paso de todo, ya me las apaño’. Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.
(...)
A los jóvenes les digo: mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación… encontrareis situaciones concretas que os llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Buscad y encontraréis!

LA HISTORIA DE LAS COSAS
de tiburones y humanos
— Claro que sí -respondió el señor K.-. Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar cajas enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto plantas como materias animales. Se preocuparían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, en seguida se la vendarían de modo que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones. Para que los pececitos no se pusieran tristes habría, de cuando en cuando, grandes fiestas acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que los tristes. También habría escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener nociones de geografías para mejor localizar a los grandes tiburones, que andan por ahí holgazaneando.
Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. Se les daría a entender que ese porvenir que se les auguraba sólo estaría asegurado si aprendían a obedecer. Los pececillos deberían guardarse bien de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrase semejantes tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.
Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre sí para conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una enorme diferencia. Si bien todos los pececillos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse. A cada pececillo que matase en una guerra a un par de pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla de varec y se le otorgaría además el título de héroe.
Si los tiburones fueran hombres, tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que, a sus sones, arrullados por los pensamientos más deliciosos, como en un ensueño, los pececillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda, dentro de esas fauces.
Habría asimismo una religión, si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que la verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones.
Además, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pececillos que fueran un poco más grandes se les permitiría incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verían esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores bocados. Los pececillos más gordos, que serían los que ocupasen ciertos puestos, se encargarían de mantener el orden entre los demás pececillos, y se harían maestros u oficiales, ingenieros especializados en la construcción de cajas, etc. En una palabra: habría por fin en el mar una cultura si los tiburones fueran hombres.