9ª ETAPA

Hemos buscado caminos y árboles; astronautas, pájaros, perros y esfinges; personajes literarios y cinematográficos; pero por si se nos olvida quiénes somos y de dónde venimos, …




UNA DE FILÓSOFOS
(ya tocaba, ¿no?)
-¿o qué creíais, que no iba a aparecer por aquí la filosofía?-


Empezamos con un filósofo, muy célebre y conocido nuestro, que nos ha visitado varias veces (y lo seguirá haciendo; qué le vamos a hacer).
Pues bien, este filósofo, según nos cuenta él mismo, en un momento de su vida, andaba como dormido, inmerso en noséqué sueño raro del que salió por el encuentro con otro filósofo.
Este encuentro referido fue solo intelectual, primero porque este primer filósofo no era en absoluto amigo de viajes ni de citas, poco aventurero y menos explorador; y segundo, porque en realidad el encuentro fue la lectura de una obra de ese segundo filósofo.

Este segundo filósofo citado, tan importante para el devenir intelectual del anterior, había publicado un par de obras, una de ellas fundamental para la historia del pensamiento pero ignorada por su tiempo. Tan desconocido y nada reconocido era en su valía filosófica por sus contemporáneos, que había fracasado en dos intentos de entrar en la Universidad a dar clases (sí; también los filósofos fracasan en sus propósitos, incluso los filósofos buenos); dos veces intentó acceder a un puesto de profesor universitario, dos veces fue rechazado. Eso sí, tuvo suerte y consiguió otro empleo: bibliotecario (que, aunque no sea lo mismo, tampoco está nada mal)
Amigo del buen comer y buen beber, era también un amigo de sus amigos, es decir, un verdadero amigo. Enterado de que uno de ellos, otro filósofo, pasaba por graves problemas, pero problemas serios de verdad (prohibición de publicar obras, expulsión de algunas ciudades, persecución política…) decide acudir en su ayuda y acogerlo en su casa.
Y así nos encontramos al tercer filósofo, cogiendo un barco y poniendo rumbo hacia la protección que le brindaba la casa de su bienhechor amigo (sí; también los filósofos huyen cuando observan peligros alrededor, incluso los filósofos buenos).
Al principio del encuentro, todo fue estupendamente. Ambos se estimaban pero sobre todo respetaban y admiraban mutuamente sus pensamientos y obras. Sin embargo, la convivencia fue dificultándose, agriándose, hasta el punto de que en poco más de seis meses, la visita termina y de muy malos modos, con un intercambio epistolar muy poco agradable incluido.

Y de este modo, tenemos a ese tercer filósofo volviendo de nuevo a la ciudad de donde partió.
10 años después de aquella infortunada visita, lo volvemos a encontrar, y en no muy buenas condiciones. Tremendamente perturbado y angustiado (sí; también los filósofos se angustian y andan perturbados, incluso los mejores filósofos), sintiéndose despreciado por los que le rodeaban y peor aún perseguido, acorralado por multitud de poderosos enemigos que pretenden su humillación y más aún su aniquilación; ha concluido una nueva obra, un nuevo libro, de raro, muy raro título, y más raro contenido, una especie de conversaciones con quienpareceotroperonoesotro. Creyendo que esos tenaces y hostiles rivales harán todo lo posible por impedir su publicación, decide, como mejor opción, entregar a Dios el manuscrito, hacer a Dios el depositario de su obra. Para ello, se dirige la iglesia más importante de la ciudad donde vive, firmemente dispuesto a depositarla en el altar. Pero, mira por dónde, ¡¡horror!!, la verja del altar donde pensaba dejarla, se encuentra cerrada. Abatido, completamente derrotado, convencido de que está irremisiblemente perdido, pues tiene incluso a Dios en su contra, abandona el lugar.
Hay que reconocer que este filósofo era de carácter difícil, y según muchos, no es que estuviera en algunos momentos de su vida mentalmente perturbado sino que era un perturbado mental (sí; también entre los filósofos hay perturbados mentales y asimismo hay perturbados mentales que son filósofos). El agrio conflicto con aquel segundo filósofo, no fue el único que tuvo en su vida, porque lo cierto es que este hombre, de un modo u otro y por una u otra razón, acabó polemizando y rompiendo con todos y cada uno de los que en otros momentos pasaron por ser amigos suyos.

De entre todas sus disputas, que como decimos fueron muchas, innumerables, una destaca por célebre y significativa: la que tuvo con otro autor, el cuarto filósofo. Éste, unos cuantos años mayor que él, era ya un autor consagrado, reconocido y aplaudido por su tiempo cuando conoció a aquél.
Era, este cuarto filósofo, un talento enorme y tan extraordinariamente precoz que en plena juventud ya conocía las mieles del éxito, hasta el punto de que bien pronto se convierte en el maestro y el modelo a seguir de todos cuantos querrían dedicarse a la creación artística y filosófica. Precisamente lo que le ocurrió al filósofo anterior, el tercero: al principio, admiración, casi ciega veneración de un principiante ante quien era ya un autor consagrado, para poco a poco ir tornándose la situación hasta terminar en el odio más enconado y feroz, y además un odio recíproco.
Y, sin embargo, ¡lo que son las cosas!, las paradojas, más bien las ironías, que tiene la vida, o en este caso, la muerte: murieron (sí, también los filósofos mueren, incluso los filósofos buenos – los malos, también-) el mismo año y a alguien se le ocurrió enterrarlos en la misma sala, casi juntos, uno enfrente del otro en realidad. ¡¡Los enemigos irreconciliables enterrados uno al lado del otro!!. Todavía hoy los podemos ver así.

Este cuarto filósofo tiene una vida pródiga en lujos y boatos, de los que gusta en abundancia (sí, también entre los filósofos hay amantes del lujo, incluso entre los filósofos buenos), aunque eso no le priva de permanecer atento a lo que ocurre alrededor. Por eso, cuando en un otoño cualquiera, noviembre para más señas, que comienza desabrido y lluvioso como casi todos, recibe la noticia de un terrible acontecimiento que ha tenido lugar, queda profundamente consternado. Es cierto que ese hecho ha ocurrido lejos, muy lejos de donde él se encuentra y que ni personal ni directamente le afecta; pero es de tal magnitud, tan espantoso y horrible, tan inmensamente dañino, que le conmueve íntimamente dejándolo abandonado en un estado muy sombrío y apenado. De ese estado saldrá escribiendo una obra sobre tal acontecimiento tan profundamente perturbador para él y para sus contemporáneos.

Pues bien, en esa obra, en el escrito que el cuarto filósofo compone a partir de ese suceso, dirige una crítica dura, feroz, pero sin duda justificada, a un quinto filósofo, al que por cierto no conocía personalmente.





La TAREA: Una pregunta: ¿Quién es el quinto filósofo?

La PISTA: El perfil, en claroscuro, del primer filósofo citado es éste:







PLAZO: Desde ahora mismo, desde este mismo momento, desde ya… hasta el viernes, 11 de marzo, 10:30 horas.

PUNTUACIONES:
• 15 puntos para primera respuesta correcta
• 10 puntos para segunda, tercera, cuarta y quinta respuesta
• 8 puntos para respuestas sexta a décima
• 6 puntos para respuestas undécima a decimoquinta.
• 5 puntos para respuestas correctas posteriores

Y venga, vale, de acuerdo: puntos extra para las respuestas correctas de las cuestiones intermedias de la prueba. A saber, las siguientes:
• ¿Quién es el primer filósofo?
• ¿Qué despertar tuvo en su vida?
• ¿Quién es el segundo filósofo?
• ¿Qué obra tan fundamental para la historia del pensamiento escribió?
• ¿Quién es el tercer filósofo?
• ¿Qué obra intentó depositar en una iglesia?
• ¿Quién es el cuarto filósofo?
• ¿Qué obra escribió fruto de esa gran conmoción?
2 puntos extra por cada respuesta correcta.