DESVELAR, la función de la filosofía

"Ese deseo de saber de que hablara Aristóteles arranca de un modo de mirar: de la extrañeza ante las cosas. El mundo, las cosas y las personas se nos presentan ante nuestros ojos y no nos pasan desapercibidas. Despiertan en nosotros la curiosidad y la extrañeza. Y de ahí surge el deseo de saber y de conocer utilizando la razón. Por tanto no es una mera contemplación admirada de lo que vemos, sino un movimiento real de búsqueda de respuestas, una insatisfacción en la ignorancia, un ímpetu que nos mueve a pensar, a pensar más y de otro modo.
El preguntar insistente revela el interés por descubrir un mundo que asombra y al mismo tiempo extraña, un mundo que interroga a todo aquel que quiere y es capaz de verlo. Sin embargo, poco a poco vamos olvidando esa capacidad tan propia de la infancia, interpretamos la admiración como ignorancia y dejamos de asombrarnos. Nos dormimos.
La actitud filosófica consiste, pues, en el 'vivir despierto', en un constante inconformismo que nos lleva a plantear preguntas. Quien tiene actitud filosófica no se habitúa al mundo, porque ese ámbito en el que desarrolla su vida le produce una extrañeza tal que buscar explicaciones y respuestas se convierte en la tarea de una vida. No puede vivir dormido ocupado en el discurrir tranquilo del tiempo, sino en alerta, despierto y mirando alrededor.
Desvelar, es el auténtico sentido de la filosofía, un concepto con tres sentidos, todos interesantes. El primero es el de descubrir, poner de manifiesto; lo que hace referencia al intento de la filosofía de desentrañar lo oculto, de hacer luz en la oscuridad. El segundo sentido es el de impedir el sueño, no dejar dormir; lo que tiene que ver con la actitud despierta propiamente filosófica. Y el tercer sentido es el de poner gran cuidado y atención en aquello que uno tiene a su cuidado y cargo; lo que explica que la preocupación cuidadosa sobre algo sea también propia de la reflexión y del rigor del pensar."

A. DOMINGO y otros, 'Filosofía y ciudadanía'