La reina CRISTINA de Suecia (1626 - 1689) decide en un momento dado de su reinado, convertir su corte en el centro del conocimiento y del arte de Europa. Para ello, a base de buenos dineros, se va rodeando de músicos y artistas reconocidos procedentes sobre todo de Alemania e Italia.
No obstante, necesita algo más para hacer de Suecia el centro del saber; necesita un filósofo, pero no uno cualquiera, sino más bien, el filósofo más conocido y reconocido, el más notable de la época. Y ese es el papel que, en un momento dado, tiene René DESCARTES.
Por aquel entonces, Descartes, siempre tan prudente, vive en la tolerante y tranquila Holanda, al abrigo de líos, polémicas y disputas. Sin embargo, ante la insistencia de la reina, que desea por encima de todo ser instruida directamente por él, en otoño de 1649, el filósofo hace las maletas y embarca rumbo a Suecia.
Al llegar, comienza con sus clases, pero al ser la reina muy madrugadora, éstas se inician de madrugada -para disgusto del filósofo, más amante de la cama y dormilón-, en medio de los fríos glaciares propios de aquellas latitudes.
Mal, muy mal, le sentaron a Descartes aquellos fríos -se hielan hasta los pensamientos de los hombres, parece que decía- , tan mal que cuatro meses después de su llegada, enferma y 10 días después, el 11 de febrero de 1650, moría.
¿Causa de la muerte? Según el diagnóstico oficial, muerte por pulmonía. Y no se vio extraña tal muerte ni tal causa.
Tumba de DESCARTES, en una capilla de la iglesia de Saint-Germain-des-Prés.
Con una inscripción:
A la memoria de Descartes, el más eminente por los méritos de su profunda doctrina y por la sutilidad de su ingenio, quien primero tras el Renacimiento en Europa reivindicó y defendió para los estudios de las Humanidades los derechos de la razón humana, dejando a salvo la fe cristiana. Ahora goza con la mirada de la verdad que él singularmente cultivó"
Ahí reposan definitivamente los restos de Descartes.
Bueno, todos los restos, el cadáver completo, no.
Pues la cabeza, el cráneo, ya separado del cuerpo, tuvo unos avatares un tanto insólitos, tan insólitos que llegó a Francia cerca de 200 años después del cuerpo.
Hoy el cráneo se encuentra en el Museo del Hombre de París
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¿Qué hace el cráneo de Descartes teniendo una existencia tan propia, tan independiente? Ésa, desde luego es otra historia.