Las tempestades, quizás nadie pueda detenerlas, pero alguien tiene que avisar de ellas, prevenirnos de que llegan, alertar de la desolación que provocan, vigilarlas. Alguien tiene que permanecer despierto cuando todos están dormidos (de EL LIBRO DE VISITAS) .
¿HASTA DÓNDE PUEDE LLEGAR EL SER HUMANO?
Habrá muchos, individuos o pueblos, que piensen, más o menos conscientemente que ‘todo extranjero es un enemigo’. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente; se manifiesta sólo en actos intermitentes e incoordinados, y no está en el origen de un sistema de pensamiento. Pero cuando éste llega, cuando el dogma inexpresado se convierte en la premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el Lager. Él es producto de un concepto del mundo llevado a sus últimas consecuencias con una coherencia rigurosa; mientras el concepto subsiste las consecuencias nos amenazan. La historia de los campos de destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro.
PRIMO LEVI, ‘Si esto es un hombre’
Pero puede haber algo aún más profundo que ver al extranjero como enemigo, que el otro visto como contrario:
Elie Ngarambe, un asesino hutu, explica que los asesinos “no sabían que los otros fueran seres humanos, porque si hubieran pensado eso no los habrían matado. Déjenme incluirme también a mí como alguien que lo aceptaba: yo no habría admtidio que ellos (los tutsis) son seres humanos”. La consecuencia de esto, según él: “Es una nube que entró en los corazones de las personas y los cubrió, y todo se volvió oscuro, porque ver a alguien de pie delante de ti, sin ninguna energía, y que tú sostienes en alto tu machete o un palo y le golpeas… es algo difícil, que se hacía con mucha rabia y furia”.
(…) Ngarambe pasa revista a los acontecimientos con comprensión pero también con cierto grado de incredulidad, por cómo él y los demás pudieran acuchillar a la gente: “No puedo encontrar una forma para explicarlo, pero la única respuesta que consigo es que fue como una nube, algo parecido a la oscuridad. Yo lo llamo ignorancia”. A continuación se corrige a sí mismo, porque aunque las cosas venenosas que todos ellos pensaban de los tutsis eran una especie de ignorancia, “sin embargo, no es ignorancia. Con lo que trabajábamos era con la crueldad. Ngarambe me mostró lo que hacían, su crueldad, con movimientos cortantes de gran precisión de sus manos, enseñándome cómo los hutus “cortaban” a sus víctimas “a pedazos”: “Ves, el machete se sujetaba así. Un tajo y, a continuación lo tirabas al suelo y lo cortabas en pedazos. Pero el arma más corriente era un garrote. Le golpeabas y le machacabas la cabeza. Con un machete era como cortar un árbol bananero. La única diferencia es que la carne es blanda y el árbol es duro. A una persona le das un tajo una vez y la segunda vez está hecha pedazos”.
D.J. GOLDHAGEN, Peor que la guerra
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