H. ARENDT nos trae una respuesta, una explicación:
No hay pensamientos peligrosos: pensar es en sí mismo peligroso; igualmente peligroso para todas las creencias pues por sí mismo no genera un nuevo credo.
(…)
Volvamos a Sócrates. Los atenienses le dijeron que pensar era subversivo, sabían bien que el viento del pensamiento es un huracán que barre todos los signos establecidos a través de los cuales los hombres se orientan, trayendo desorden a las ciudades y confusión a los ciudadanos especialmente a los jóvenes.
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Volvamos a Sócrates. Los atenienses le dijeron que pensar era subversivo, sabían bien que el viento del pensamiento es un huracán que barre todos los signos establecidos a través de los cuales los hombres se orientan, trayendo desorden a las ciudades y confusión a los ciudadanos especialmente a los jóvenes.
Pudiera ser que sí, que pensar fuera peligroso.
Pero ¿no pensar no lo es? ¿lo es menos?
Sin embargo, el no pensar, que parece un estado tan recomendable para los asuntos políticos y morales, tiene también sus peligros. Al sustraer a la gente de los peligros del examen crítico, se les enseña a adherirse inmediatamente a cualquiera de las reglas de conducta vigentes en una sociedad dada y en un momento dado. Se habitúan entonces menos al contenido de las reglas -un examen detenido de ellas los llevaría siempre a la perplejidad- que a la posesión de reglas bajo las cuales subsumir particulares. En otras palabras, se acostumbran a no tomar nunca decisiones.
H. ARENDT, De la historia a la acción