EL INICIO DE LA BARBARIE Y EL FIN DE LA FILOSOFÍA
Quiero sostener aquí que existe una relación necesaria
entre la barbarie y el fin del pensamiento o de la filosofía. Y quiero decir
que nuestra crisis económica, ya larga, tiene sus orígenes más lejos todavía,
hace unas décadas y que hace cuatro décadas se tomó como decisión seguir un
modo de pensamiento que después, con el tiempo, se ha ido perfeccionando. Y que
ese modo de pensamiento llevaba aparejado el fin del mismo pensamiento. Y eso
es en lo que nos encontramos ahora. La crisis europea es una crisis del
pensamiento, de la filosofía que sostiene y estructura nuestra visión del mundo
y le otorga valores a través de los cuáles se producen y vertebran nuestras
relaciones con los demás y con el propio mundo. Por tanto es una crisis
filosófica y ética. Pero que en el fondo obedecen a una falsa filosofía y a una
falsa ética que nos llevan a la barbarie. Y la barbarie son los totalitarismos,
el fascismo y la ausencia del pensamiento. Es decir la pérdida de la
ciudadanía, la libertad, los derechos y la caída en la sumisión y el vasallaje.
Es eso lo que se ha iniciado hace unos años y es esto lo que se refleja en la
eliminación de la filosofía y la ética en los planes de estudio de la nueva ley
educativa que se quiere promover. La ley es una consecuencia directa de esa
falsa filosofía, la filosofía del mercado y de la reducción de los valores a
los del consumo, el éxito, la fama, el tener, el hedonismo superfluo, el
egoísmo ramplón y la inconsciencia de pertenecer a la polis, al estado. Es
decir, la falta de pensamiento y de ética.
El pensamiento es la gran apuesta de occidente, el
gran invento griego. El pensamiento, el logos, nació como la capacidad que el
hombre tiene por medio de su razón y su crítica de entender el mundo y ordenar
el estado. Es el milagro griego. Es el origen de la civilización frente a la
barbarie. Porque el logos, la razón, el pensamiento, sustituyen al poder de la
superstición, al poder del más fuerte, a la tiranía,… El logos nos permitió
entender el mundo, explicarlo desde la razón, comprender las fuerzas que lo
gobiernan. Y ello nos hizo libres, tanto de la tiranía del mundo, como de la
tiranía política de aquellos que utilizaban la ignorancia del mundo para
inventar mitos y supersticiones que no tienen otro objetivo que el dominio y la
explotación del hombre.
Por eso, la filosofía nos ayuda a comprender el mundo,
es la madre de las ciencias y su guía. Porque la filosofía es cosmovisión, te
ayuda a tener una visión global e integradora del saber. Es una disciplina
absolutamente necesaria en el mundo de hiperespecialización en el que vivimos.
Nos aporta una luz general y un poco de orden y de sentido común que nos
permiten no perdernos en el marasmo de la especialización y del saber hacer,
frente al mero saber por el hecho de saber. La filosofía también nos ayuda a
entender la ciencia, a plantearnos sus relaciones con otros ámbitos de la
sociedad, porque la ciencia no es neutral, la ciencia actúa dentro de un
complejo industrial, político, social y militar. Y la ciencia, tampoco está
exenta de valores. Y los valores son un objeto propio de estudio filosófico,
concretamente la ética. La ciencia nos enseña cómo es el mundo y su aplicación,
que tiene mucho que ver con lo político, con lo empresarial y económico, y con
lo militar, nos permite gobernarlo y aprovecharlo. La filosofía nos permite
entender este fenómeno. Y la ética, como saber normativo que es, nos permite
valorar el saber tecnocientífico. Lo cual es algo importante porque de esta
manera la ética es una guía sobre el deber ser de la ciencia, ya que la ciencia
no puede estar en manos sólo de la política económica y del mercado. De esta
forma la tecnociencia se convierte en un instrumento del poder que aliena al
hombre y le sirve al propio poder para tratar al hombre como un instrumento y a
la naturaleza como objeto meramente de explotación. La filosofía es un saber
que nos hace pensar sobre todo esto y que nos sirve para entender mejor la
ciencia y con ello entender mejor a la sociedad y evitar los males, por un
lado, de los aprendices de brujo y, por otro, de la ambición de los poderosos y
de los ricos. La filosofía nos da una visión integradora de la ciencia en tanto
que es conocimiento del mundo y también acción sobre el mundo. También nos
ofrece una visión integradora del mundo porque la filosofía es un discurso de
segundo orden que, partiendo de las ciencias, nos ofrece una visión global y
unitaria del mundo. Le otorga un sentido que la ciencia, como saber sólo
teórico y absolutamente especializado, no le da. Pero sí la filosofía, porque ésta
en tanto que ética se permite valorar. Por eso la filosofía es un saber
necesario que nos permite una unificación del hombre y el mundo, que nos aporta
un sentido dentro del mundo y la sociedad. Pero un sentido racional que excede
la opinión, la creencia y la superstición. Un saber que va más allá de lo
obvio, de las apariencias y de las meras opiniones. Por eso la filosofía es un
saber civilizador que nos hizo salir de la barbarie en la que triunfa la
fuerza, el desorden, el caos, la superstición. Un mundo -el de la barbarie- en
el que no existe el pensamiento, sino la fuerza, un mundo oscuro, una caverna
llena de sombras y temores. Un mundo gobernado por el miedo y el pavor. De ese
mundo salimos y nos sacó la filosofía. Y a ese mundo nos hemos empezado a
dirigir en las postrimerías del siglo XX y los inicios del XXI. Por eso el
inicio de la barbarie es el anuncio de la muerte de la filosofía. Y por eso
nuestra crisis es filosófica y de ahí que sea absolutamente urgente su
recuperación. Porque la filosofía es libertad y lucha contra la tiranía de
cualquier orden.
Y de ahí que la filosofía esté causalmente vinculada a
la democracia. No hay democracia sin filosofía, ni filosofía sin democracia.
Por eso no ha de extrañar que sea en un momento de déficit absoluto de la
democracia cuando se plantea la eliminación de la filosofía. Hay que eliminar
ese rescoldo de pensamiento para que no renazca una democracia sana que no esté
secuestrada por los poderes económicos, mediáticos, políticos… La democracia
aparece en Grecia de la mano de la filosofía y la filosofía se desarrolla en
Grecia dentro del ámbito político de la democracia. Democracia es diálogo. Que
el logos, la razón es común, no relativo. El relativismo es otra forma de
muerte de la democracia, si todas las opiniones son iguales, si todas son
equivalentes, al final la opinión que sirve es la del más fuerte, he aquí el
fascismo emergiendo de la propia democracia. Y eso es hoy en día lo que ha
ocurrido cuando se ha establecido la equivalencia de las opiniones. Se ha
eliminado el pensamiento y con él la filosofía. Se ha eliminado, en definitiva,
la democracia. Se nos ha confundido por parte del poder político y se nos ha
hecho pensar en una equivalencia que no es tal, la supuesta equivalencia entre
la libertad de expresión y el respeto de las opiniones. Pues no, una cosa es la
isegoría, la libertad de expresión, y otra el respeto a cualquier opinión. Lo
que la democracia y la filosofía que la sustentan nos dicen es que lo
respetable son las personas y que las opiniones son para debatirlas. El respeto
a las opiniones por ser tales es la pérdida del diálogo, el pensamiento y, con
ello, abrir la puerta a la opinión del más fuerte. Es decir, a la tiranía. Es
abandonar la civilización para caer en la barbarie. Barbarie tecnocrática,
precisamente, que es en la que nos encontramos por el engaño del poder que nos
ha hecho abandonar el pensamiento. Y por eso defendemos aquí la vinculación
causal de democracia y filosofía. Sin filosofía no hay democracia y sin ésta lo
que hay es barbarie: fascismo, totalitarismo, tiranía, absolutismo, fanatismo,
violencia…hoy en día nos encontramos en una barbarie tecnocrática y un fascismo
del mercado, una ausencia de valores y de ética y una democracia de papel.
Y otra de las características, por último, de la
democracia, por la cual nos civilizamos, es la isonomía. La igualdad ante la
ley. Todos somos iguales ante la ley y la ley tiene su origen en el pueblo. La
ley no es arbitraria, no depende del poder del más fuerte, ni del más rico, ni
del clero. La ley emana del pueblo y nadie está por encima de la ley. Esto es
lo que nos enseña la democracia y ésta es la conquista filosófica, que tiene
como modelo ejemplar a Sócrates, “a las leyes, o se las convence, o se las
obedece” que nos saca de la barbarie. Pero hoy vemos que comienza a triunfar la
barbarie. Que las leyes no son igual para todos. Que las leyes se hacen con una
intencionalidad que no es la del pueblo, sino la de distintos poderes, el
político y sobre todo el económico. Estamos en el filo de la barbarie. Estamos
al borde del abismo que es el fascismo y la tiranía que emergen del estado de
barbarie, la oscuridad de la sinrazón. De ahí la necesidad absoluta del saber
filosófico, de la ética, los únicos saberes que pueden revitalizar la
democracia. Y de ahí que nuestra crisis sea ética y filosófica. Más aún, es una
crisis de nuestra civilización, es el fin del pensamiento y el comienzo de la
barbarie.
J.P. VIÑUELA