En una de las principales calles de Edimburgo, Escocia, se encuentra esta estatua de DAVID HUME.
Algo que en absoluto habría de resultar extraño, teniendo en cuenta que el filósofo es uno de sus más ilustres y reconocidos paisanos.
No habría de resultar extraño si no fuera por la singularidad que presenta una parte de la misma. Del bronce verde envejecido general de la escultura, destaca el dedo gordo del pie derecho, brillante, muy pulido.
La explicación es muy sencilla pero tremendamente paradójica.
Los estudiantes, fundamentalmente los que cometieron la imprudencia de matricularse en los, a decir de tantos, infructuosos estudios de filosofía, van a frotar sus manos con esa parte tan singular de la anatomía humeana esperando la protección y el auxilio del maestro en las terribles épocas de exámenes. De ahí, el aspecto tan limpio y bruñido del dedo.
Y no deja de ser una paradoja que a este insustituible filósofo, escéptico él, impenitente luchador contra todo tipo de ficciones, lo hayan convertido en el germen de una superstición.
No obstante, cuántos de ustedes desearían tener ese dedo de la suerte más cerca...
(NOTA: debo este formidable descubrimiento a MARIBEL y JUANAN, jóvenes valientes manchegos embarcados en una aventura vital por los lares escoceses. Desde aquí, de estas tierras bárbaras, se les hace llegar ánimo y mucha fuerza para aquellas tierras bárbaras)
(NOTA2: Como por misterios internáuticos insondables, he perdido la foto que ellos mandaron, me he visto obligado a buscar unas semejantes en ese mismo océano internáutico.)