SEVERA CONMINACIÓN DE UN CIUDADANO DEL MUNDO
Matáos
pero dejad tranquilo
a ese niño que duerme en una cuna.
Si vuestra rabia es
fuego que devora tal cielo
y en vuestras
almohadas crecen las pistolas:
destruiros
aniquilaros ensangrentad
con ojos desgarrados
los acumulados cementerios
que bajo la luna de
tantas cosas callan
pero dejad tranquilo
al campesino
que cante en la
mañana
el azul nutritivo de
los soles.
Invadid con vuestro
traqueteo
los talleres los
navíos las universidades
las oficinas
espectrales donde tanta gente languidece
triturad toda rosa
hollad al noble pensativo
preparad las bombas
de fósforo y las nupcias del agua con la muerte
que han de aplastar a
las dulces muchachas paseantes
en esta misma hora
que sonríe
por una desconocida
ciudad de provincias
pero dejad tranquilo
al joven estudiante
que lleva en su
corazón un estío secreto.
Inundad los
periódicos las radios los cines las tribunas
de entelequias
estructuras incompatibilidades
pero dejad tranquilo
al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en
aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo
deseáis
exterminaos vosotros:
los teorizantes de ambas cercas
que jamás asiréis un
fusil de bravura
pero dejad tranquilo a
ese hombre tan bueno y tan vulgar
que con su mujer
pasea en los económicos atardeceres.
Aplastaos pero
vosotros
los inquisitoriales
azuzadores de la matanza
los implacables
dogmáticos de estrechez mentecata
los monstruosos
depositarios de la enorme Gran Estafa
los opulentos
energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
preparáis la
trituración de los sueños modestos
bajo un hacha de
martirios inútiles.
Pisotead mi sepulcro
también
os lo permito
si así lo deseáis
inclusive y todo
aventad mis cenizas
gratuitamente
si consideráis que mi
voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos
pero dejad tranquilo
a ese niño que duerme en una cuna
al campesino que nos
suda la harina y el aceite
al joven estudiante
con su llave de oro
al obrero en su ocio
ganado fumándose un pitillo
y al hombre gris que
coge los tranvías
con su gabán roído a
las seis de la tarde.
Esperan otra cosa.
Los parieron sus
madres para vivir con todos
y entre todos aspiran
a vivir tan sólo esto
y de ellos ha de
crecer
si surge
una raza de hombres
con puñales de amor inverosímil
hacia otras aventuras
más hermosas.
Miguel LABORDETA (1921 - 1969)