¿Imposible pensar y no existir?


¿Cómo es que no mostráis la cara a vuestro rey?
La voz salió clara de la babera.
—Porque yo no existo, sire.
 —¿Qué es eso? exclamó el emperador
—  ¡Ahora tenemos entre nosotros incluso un caballero que no existe! Dejadme ver.
Agilulfo pareció vacilar todavía un momento, luego, con mano firme, pero lenta, levantó la celada. El yelmo estaba vacío. Dentro de la armadura blanca de iridiscente cimera no había nadie.
—¡Pero...! ¡Lo que hay que ver! dijo Carlomagno
¿Y cómo lo hacéis para prestar servicio, si no existís?

—¡Con fuerza de voluntad dijo Agilulfo





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