Arquelao fue rey de Macedonia en el siglo V a.C.
Su subida al trono estuvo teñida de sangre e infamia. Siendo hijo del rey Perdicas II y de una esclava, estaba destinado a ser esclavo toda su vida, como su madre. Sin embargo, a la muerte de su padre, mató a su tío y al hijo de éste, así como a su hermanastro, todos ellos aspirantes legítimos al trono macedonio. Y de este modo, accedió al trono.
Pero alguien así ¿puede ser feliz?
Y ésta es la cuestión del diálogo siguiente. ¿Interlocutores? SÓCRATES, por un lado, y por otro, POLO, un discípulo y seguidor del sofista GORGIAS.
POLO. –– Sin duda, el que muere injustamente es digno de compasión y desgraciado.
SÓCRATES . –– Menos que el que le mata, Polo, y menos que el que muere habiéndolo merecido.
POL. ––¿Cómo es posible, Sócrates?
SÓC. ––Porque el mayor mal es cometer injusticia.
POL. –– ¿Éste es el mayor mal? ¿No es mayor recibirla?
SÓC. –– De ningún modo.
POL. –– Entonces, ¿tú preferirías recibir la injusticia a cometerla?
SÓC. –– No quisiera ni lo uno ni lo otro; pero si fuera necesario cometerla o sufrirla, preferiría sufrirla a cometerla.
(…)
SÓC. –– Si prefieres que hable yo, Polo, digo que es mejor cuando se obra justamente y peor cuando se obra injustamente.
POL. –– Por cierto que es difícil refutarte, Sócrates; ¿no te probaría incluso un niño que no dices la verdad?
SÓC. –– Mucho le agradecería a ese niño e, igualmente, te agradeceré a ti que me refutes y me libres de mi tontería. No te canses de hacer bien a un amigo; convénceme de mi error.
POL. –– Ciertamente, Sócrates, no hay necesidad de refutarte con ejemplos antiguos; los de ayer, los recientes son bastante para refutarte y demostrarte que muchos hombres injustos son felices.
SÓC. –– ¿Qué ejemplos son ésos?
POL. –– ¿No ves a Arquelao, hijo de Perdicas, reinando en Macedonia? .
SÓC. –– Si no lo veo, al menos oigo hablar de él.
POL. –– En tu opinión, ¿es feliz o desgraciado?
SÓC. –– No lo sé; aún no he tenido relación con él.
POL. –– Pero ¿qué dices? ¿Si lo trataras, podrías saberlo, y desde aquí no tienes otro medio de conocer que es feliz?
SÓC. –– No, por Zeus.
POL. –– Seguramente, Sócrates, que ni siquiera del rey de Persia dirás que sabes que es feliz.
SÓC. –– Y diré la verdad, porque no sé en qué grado está de instrucción y justicia.
POL. –– Pero ¿qué dices? ¿En eso está toda la felicidad?
SÓC. –– En mi opinión sí, Polo, pues sostengo que el que es bueno y honrado, sea hombre o mujer, es feliz, y que el malvado e injusto es desgraciado.
POL. –– Entonces, según tú piensas, ¿es desgraciado esté Arquelao?
SÓC. –– Sí, amigo, si es injusto.
POL. –– Pues ¿cómo no ha de serlo? No tenía ningún derecho al reino que ocupa, ya que es hijo de una esclava de Alcetas, el hermano de Perdicas, y con arreglo al derecho sería esclavo de Alcetas, y si hubiera querido obrar en justicia estaría sometido a él y sería feliz, según tu opinión. Pero la verdad es que se ha hecho increíblemente desgraciado, puesto que ha cometido las mayores injusticias. En primer lugar, llamó a Alcetas, su dueño y tío, con el pretexto de devolverle el reino del que le había despojado Perdicas; lo hospedó en su casa y lo embriagó a él y a su hijo Alejandro, primo de Arquelao y casi de su misma edad; los metió en un carro y, sacándolos durante la noche, degolló a ambos y los hizo desaparecer. Habiendo cometido este crimen, no advirtió que se había hecho completamente desgraciado, ni se arrepintió de él, sino que, poco después, renunció a la felicidad de educar, como era justo, a su hermano, el hijo legítimo de Perdicas, niño de unos siete años, y de devolverle el reino que le correspondía en justicia; por el contrario, lo arrojó a un pozo, lo ahogó y dijo a su madre, Cleopatra, que, al perseguir a un ganso, había caído en el pozo y había muerto. Por consiguiente, puesto que, entre los que habitan en Macedonia, él ha cometido los mayores crímenes, es el más desgraciado de todos los macedonios y no el más feliz; y quizá algún ateniense, comenzando por ti, aceptaría ser un macedonio cualquiera antes que Arquelao.
SÓC. –– Ya al principio de esta conversación, Polo, te alabé porque, en mi opinión, estás bien instruido para la retórica; pero dije que habías descuidado el modo de mantener un diálogo. Y ahora, ¿es acaso éste el razonamiento con el que hasta un niño podría refutarme, y con el que, según crees, has refutado mi afirmación de que el injusto no es feliz? ¿De dónde, amigo? En verdad, no estoy de acuerdo con nada de lo que dices.
POL. –– Porque no quieres, ya que, por lo demás, piensas como yo digo.
(…)
precisamente, las cuestiones que discutimos no son mínimas, sino, casi con seguridad, aquellas acerca de las cuales saber la verdad es lo más bello, e ignorarla lo más vergonzoso. En efecto, lo fundamental de ellas consiste en conocer o ignorar quién es feliz y quién no lo es. Empezando por la cuestión que ahora tratamos, tú crees posible que el hombre que obra mal y es injusto sea dichoso, si realmente estimas que Arquelao es injusto por una parte y por la otra es feliz. ¿Debemos pensar que es esta tu opinión?
POL. –– Indudablemente.
SÓC. –– Pues yo afirmo que es imposible. He aquí un punto sobre el que discrepamos. Empecemos por él. ¿Acaso el que obra injustamente será feliz, si recibe la justicia y el castigo?
POL. ––De ningún modo, ya que en ese caso sería desgraciadísimo.
SÓC. –– Pero si escapa a la justicia el que obra injustamente, ¿será feliz, según tus palabras?
POL. –– Eso afirmo.
SÓC. –– Pues en mi opinión, Polo, el que obra mal y es injusto es totalmente desgraciado; más desgraciado, sin embargo, si no paga la pena y obtiene el castigo de su culpa, y menos desgraciado si paga la pena y alcanza el castigo por parte de los dioses y de los hombres
POL. –– Te has propuesto decir absurdos, Sócrates.
SÓC. –– Sin embargo, voy a tratar de conseguir que digas lo mismo que yo, amigo, pues te considero amigo. La cuestión sobre la que ahora estamos en desacuerdo es ésta; examínala también tú. He dicho en algún momento de nuestra conversación que cometer injusticia es peor que sufrirla.
POL. ––Ciertamente.
SÓC. –– Y tú, por el contrario, que es peor sufrirla.
POL. ––Sí.
SÓC. –– También dije que los que obran injustamente son desgraciados y tú me contradijiste.
POL. –– Sí, por Zeus.
SÓC. ––Al menos, según crees, Polo.
POL. –– Y mi opinión es verdadera.
SÓC. –– Tal vez. Tú dijiste, por el contrario, que los que obran injustamente son felices si se libran del castigo.
POL. –– Exactamente.
SÓC. –– Sin embargo, yo afirmo que son muy desgraciados, y que los que sufren el castigo lo son menos. ¿Quieres refutar también esto?
POL. ––¡Por cierto que resulta esa refutación aún más difícil, Sócrates!
SÓC. –– No, de seguro; más bien es imposible, pues la verdad jamás es refutada.
POL. –– ¿Qué dices? Si un hombre, obrando injustamente al tratar de hacerse con la tiranía, es apresado y, una vez detenido, es torturado, se le mutila, se le queman los ojos y, después de haber sufrido él mismo otros muchos ultrajes de todas clases y de haber visto sufrirlos a sus hijos y a su mujer, es finalmente crucificado o untado de pez y quemado, ¿este hombre será así más feliz que si se libra de estos suplicios, se establece como tirano y gobierna durante toda su vida haciendo lo que quiere, envidiado y considerado feliz por los ciudadanos y los extranjeros? ¿Dices que refutar esto es imposible?
(…)
SOC.- Mira si quieres por tu parte ofrecerte a una refutación respondiendo a mis preguntas. Creo firmemente que yo, tú y los demás hombres consideramos que cometer injusticia es peor que recibirla y que escapar al castigo es peor que sufrirlo.
POL. –– Y yo creo que ni yo ni ningún otro hombre piensa así, porque tú mismo, ¿preferirías recibir injusticia a cometerla?
SÓC. ––Tú también lo preferirías y todos los demás.
POL. –– Está muy lejos de ser así; al contrario, ni yo ni tú ni ningún otro prefiere eso.
(…)
SOC.- Yo creo que tú, Polo, y yo y los restantes hombres estimamos que cometer injusticia es peor que sufrirla y no ser castigado. Tú, por el contrario, afirmas que ni yo, ni ningún hombre, en sus cabales, puede afirmar que es mejor sufrir injusticia que cometerla ..... Pues bien, con el objeto de aclarar cuál de las dos afirmaciones es la correcta, veamos lo siguiente... Tú, además de lo dicho anteriormente, afirmas que es más feo cometer injusticia que sufrirla, y, sin embargo, también afirmas que el que algo sea mas feo, no implica que sea peor, ya que no identificas lo bello con lo bueno, ni lo feo con lo malo. Ahora bien, ¿cómo es posible que digas eso?
(…)¿es acaso el mayor de los males, como tu opinabas, que el delincuente pague la deuda, o es mayor mal no pagarla, como yo, contrariamente, creía? Consideremos así esta cuestión: es evidente que es bello todo lo justo Por otro lado, el que sufre la acción del agente recibe algo .... así, por ejemplo, si alguien golpea, será necesario que algo reciba el golpe; y si el que golpea lo hace de un modo violento o rápido, aquello que es golpeado lo será necesariamente en la misma forma ..... es decir, lo golpeado experimenta, pues, algo equivalente a lo ejecutado por el agente del golpe Pues bien, si estamos de acuerdo sobre estos puntos, entonces veamos, a continuación, lo siguiente: parece evidente que ser castigado es sufrir algo .... y ese algo que se sufre le viene de alguien, que es el que obra o castiga Ahora bien, el que castiga con razón, castiga con justicia por lo que entonces, el que es castigado sufre una suerte justa ..... Pero como hemos convenido que lo justo es bello, entonces habría que concluir que: de esos dos hombres, el uno obra bellamente, y el otro, el castigado, es objeto de un bello trato .... Pero es que, además, si lo justo es bello y agradable o útil, entonces también será bueno .. Por lo que: también es un bien el trato que recibe el que es castigado. Pero aun hay más: parece evidente también que el que es castigado justamente mejora en cuanto a la salud de su alma, es decir, el que es castigado se libera de la maldad de su alma y, además, de un mal que resulta ser el más grande de todos (la injusticia) .... el más feo y el peor, ya que depara al mayor dolor o el mayor daño o ambas cosas a la vez, según lo que hemos convenido anteriormente ..... Pues bien, parece evidente que del mismo modo que el arte de ganar dinero libra de la pobreza y la medicina libra de la enfermedad, es el castigo judicial quien libera del desenfreno y de la injusticia Pero, además, la función judicial es una función más bella que el arte crematístico o la medicina por lo que, si es más hermosa, tiene que producir el mayor placer o la mayor utilidad ya que mediante su aplicación, el paciente si libra de un gran mal ... Y es que de dos hombres que tienen un mal (sea del cuerpo o del alma)¿cuál de ellos es mas desgraciado, el que está en manos del médico y en vías de quedar libre de su mal, o el que aun, teniendo el mal ,no es sometido a curación? Como veo que contestas, Polo, que este ultimo entonces parece evidente convenir también que el castigo justo es como la medicina del alma de tal forma que en caso de cometerse una injusticia el modo de alcanzar el segundo grado de felicidad es liberarse de su maldad sufriendo el castigo correspondiente .... porque la vida más desventurada es la tal que persevera en la injusticia y no se libera de ese mal
Y si las conclusiones a las que hemos llegado de mutuo acuerdo no se apartan de la verdad, ¿admites, amigo Polo, lo que se desprende de lo dicho o prefieres que meditemos juntamente sobre ello? .... Porque, de acuerdo con lo anterior:¿no resulta del razonamiento seguido que el mayor mal es la injusticia y el ser injusto? .... Pero, como hemos visto también, el ser castigado es la liberación de ese mal.. .. y no ser castigado es una permanencia del mal. Por todo ello, el cometer injusticia es, en lo tocante a la gravedad, el segundo de los males, mientras que no recibir el castigo correspondiente a la injusticia cometida es el mayor y el primero de todos los males ... Pues bien, ¿no estaba ahí, amigo mío, el punto de disensión de nuestras opiniones? ¿Verdad que considerabas feliz a Arquelao, un hombre que no ha sufrido castigo alguno, a pesar de haber cometido las mayores atrocidades, en tanto que yo, por el contrario, manifestaba mi creencia de que, tanto si era Arquelao como otro hombre cualquiera, el que no reciba el castigo adecuado a sus faltas, le correspondía ser desdichado por encima de todos los restantes hombres, y de que siempre, el que comete injusticia es más desgraciado que el que la sufre y el que no es castigado que el que lo es.
Su subida al trono estuvo teñida de sangre e infamia. Siendo hijo del rey Perdicas II y de una esclava, estaba destinado a ser esclavo toda su vida, como su madre. Sin embargo, a la muerte de su padre, mató a su tío y al hijo de éste, así como a su hermanastro, todos ellos aspirantes legítimos al trono macedonio. Y de este modo, accedió al trono.
Pero alguien así ¿puede ser feliz?
Y ésta es la cuestión del diálogo siguiente. ¿Interlocutores? SÓCRATES, por un lado, y por otro, POLO, un discípulo y seguidor del sofista GORGIAS.
POLO. –– Sin duda, el que muere injustamente es digno de compasión y desgraciado.
SÓCRATES . –– Menos que el que le mata, Polo, y menos que el que muere habiéndolo merecido.
POL. ––¿Cómo es posible, Sócrates?
SÓC. ––Porque el mayor mal es cometer injusticia.
POL. –– ¿Éste es el mayor mal? ¿No es mayor recibirla?
SÓC. –– De ningún modo.
POL. –– Entonces, ¿tú preferirías recibir la injusticia a cometerla?
SÓC. –– No quisiera ni lo uno ni lo otro; pero si fuera necesario cometerla o sufrirla, preferiría sufrirla a cometerla.
(…)
SÓC. –– Si prefieres que hable yo, Polo, digo que es mejor cuando se obra justamente y peor cuando se obra injustamente.
POL. –– Por cierto que es difícil refutarte, Sócrates; ¿no te probaría incluso un niño que no dices la verdad?
SÓC. –– Mucho le agradecería a ese niño e, igualmente, te agradeceré a ti que me refutes y me libres de mi tontería. No te canses de hacer bien a un amigo; convénceme de mi error.
POL. –– Ciertamente, Sócrates, no hay necesidad de refutarte con ejemplos antiguos; los de ayer, los recientes son bastante para refutarte y demostrarte que muchos hombres injustos son felices.
SÓC. –– ¿Qué ejemplos son ésos?
POL. –– ¿No ves a Arquelao, hijo de Perdicas, reinando en Macedonia? .
SÓC. –– Si no lo veo, al menos oigo hablar de él.
POL. –– En tu opinión, ¿es feliz o desgraciado?
SÓC. –– No lo sé; aún no he tenido relación con él.
POL. –– Pero ¿qué dices? ¿Si lo trataras, podrías saberlo, y desde aquí no tienes otro medio de conocer que es feliz?
SÓC. –– No, por Zeus.
POL. –– Seguramente, Sócrates, que ni siquiera del rey de Persia dirás que sabes que es feliz.
SÓC. –– Y diré la verdad, porque no sé en qué grado está de instrucción y justicia.
POL. –– Pero ¿qué dices? ¿En eso está toda la felicidad?
SÓC. –– En mi opinión sí, Polo, pues sostengo que el que es bueno y honrado, sea hombre o mujer, es feliz, y que el malvado e injusto es desgraciado.
POL. –– Entonces, según tú piensas, ¿es desgraciado esté Arquelao?
SÓC. –– Sí, amigo, si es injusto.
POL. –– Pues ¿cómo no ha de serlo? No tenía ningún derecho al reino que ocupa, ya que es hijo de una esclava de Alcetas, el hermano de Perdicas, y con arreglo al derecho sería esclavo de Alcetas, y si hubiera querido obrar en justicia estaría sometido a él y sería feliz, según tu opinión. Pero la verdad es que se ha hecho increíblemente desgraciado, puesto que ha cometido las mayores injusticias. En primer lugar, llamó a Alcetas, su dueño y tío, con el pretexto de devolverle el reino del que le había despojado Perdicas; lo hospedó en su casa y lo embriagó a él y a su hijo Alejandro, primo de Arquelao y casi de su misma edad; los metió en un carro y, sacándolos durante la noche, degolló a ambos y los hizo desaparecer. Habiendo cometido este crimen, no advirtió que se había hecho completamente desgraciado, ni se arrepintió de él, sino que, poco después, renunció a la felicidad de educar, como era justo, a su hermano, el hijo legítimo de Perdicas, niño de unos siete años, y de devolverle el reino que le correspondía en justicia; por el contrario, lo arrojó a un pozo, lo ahogó y dijo a su madre, Cleopatra, que, al perseguir a un ganso, había caído en el pozo y había muerto. Por consiguiente, puesto que, entre los que habitan en Macedonia, él ha cometido los mayores crímenes, es el más desgraciado de todos los macedonios y no el más feliz; y quizá algún ateniense, comenzando por ti, aceptaría ser un macedonio cualquiera antes que Arquelao.
SÓC. –– Ya al principio de esta conversación, Polo, te alabé porque, en mi opinión, estás bien instruido para la retórica; pero dije que habías descuidado el modo de mantener un diálogo. Y ahora, ¿es acaso éste el razonamiento con el que hasta un niño podría refutarme, y con el que, según crees, has refutado mi afirmación de que el injusto no es feliz? ¿De dónde, amigo? En verdad, no estoy de acuerdo con nada de lo que dices.
POL. –– Porque no quieres, ya que, por lo demás, piensas como yo digo.
(…)
precisamente, las cuestiones que discutimos no son mínimas, sino, casi con seguridad, aquellas acerca de las cuales saber la verdad es lo más bello, e ignorarla lo más vergonzoso. En efecto, lo fundamental de ellas consiste en conocer o ignorar quién es feliz y quién no lo es. Empezando por la cuestión que ahora tratamos, tú crees posible que el hombre que obra mal y es injusto sea dichoso, si realmente estimas que Arquelao es injusto por una parte y por la otra es feliz. ¿Debemos pensar que es esta tu opinión?
POL. –– Indudablemente.
SÓC. –– Pues yo afirmo que es imposible. He aquí un punto sobre el que discrepamos. Empecemos por él. ¿Acaso el que obra injustamente será feliz, si recibe la justicia y el castigo?
POL. ––De ningún modo, ya que en ese caso sería desgraciadísimo.
SÓC. –– Pero si escapa a la justicia el que obra injustamente, ¿será feliz, según tus palabras?
POL. –– Eso afirmo.
SÓC. –– Pues en mi opinión, Polo, el que obra mal y es injusto es totalmente desgraciado; más desgraciado, sin embargo, si no paga la pena y obtiene el castigo de su culpa, y menos desgraciado si paga la pena y alcanza el castigo por parte de los dioses y de los hombres
POL. –– Te has propuesto decir absurdos, Sócrates.
SÓC. –– Sin embargo, voy a tratar de conseguir que digas lo mismo que yo, amigo, pues te considero amigo. La cuestión sobre la que ahora estamos en desacuerdo es ésta; examínala también tú. He dicho en algún momento de nuestra conversación que cometer injusticia es peor que sufrirla.
POL. ––Ciertamente.
SÓC. –– Y tú, por el contrario, que es peor sufrirla.
POL. ––Sí.
SÓC. –– También dije que los que obran injustamente son desgraciados y tú me contradijiste.
POL. –– Sí, por Zeus.
SÓC. ––Al menos, según crees, Polo.
POL. –– Y mi opinión es verdadera.
SÓC. –– Tal vez. Tú dijiste, por el contrario, que los que obran injustamente son felices si se libran del castigo.
POL. –– Exactamente.
SÓC. –– Sin embargo, yo afirmo que son muy desgraciados, y que los que sufren el castigo lo son menos. ¿Quieres refutar también esto?
POL. ––¡Por cierto que resulta esa refutación aún más difícil, Sócrates!
SÓC. –– No, de seguro; más bien es imposible, pues la verdad jamás es refutada.
POL. –– ¿Qué dices? Si un hombre, obrando injustamente al tratar de hacerse con la tiranía, es apresado y, una vez detenido, es torturado, se le mutila, se le queman los ojos y, después de haber sufrido él mismo otros muchos ultrajes de todas clases y de haber visto sufrirlos a sus hijos y a su mujer, es finalmente crucificado o untado de pez y quemado, ¿este hombre será así más feliz que si se libra de estos suplicios, se establece como tirano y gobierna durante toda su vida haciendo lo que quiere, envidiado y considerado feliz por los ciudadanos y los extranjeros? ¿Dices que refutar esto es imposible?
(…)
SOC.- Mira si quieres por tu parte ofrecerte a una refutación respondiendo a mis preguntas. Creo firmemente que yo, tú y los demás hombres consideramos que cometer injusticia es peor que recibirla y que escapar al castigo es peor que sufrirlo.
POL. –– Y yo creo que ni yo ni ningún otro hombre piensa así, porque tú mismo, ¿preferirías recibir injusticia a cometerla?
SÓC. ––Tú también lo preferirías y todos los demás.
POL. –– Está muy lejos de ser así; al contrario, ni yo ni tú ni ningún otro prefiere eso.
(…)
SOC.- Yo creo que tú, Polo, y yo y los restantes hombres estimamos que cometer injusticia es peor que sufrirla y no ser castigado. Tú, por el contrario, afirmas que ni yo, ni ningún hombre, en sus cabales, puede afirmar que es mejor sufrir injusticia que cometerla ..... Pues bien, con el objeto de aclarar cuál de las dos afirmaciones es la correcta, veamos lo siguiente... Tú, además de lo dicho anteriormente, afirmas que es más feo cometer injusticia que sufrirla, y, sin embargo, también afirmas que el que algo sea mas feo, no implica que sea peor, ya que no identificas lo bello con lo bueno, ni lo feo con lo malo. Ahora bien, ¿cómo es posible que digas eso?
(…)¿es acaso el mayor de los males, como tu opinabas, que el delincuente pague la deuda, o es mayor mal no pagarla, como yo, contrariamente, creía? Consideremos así esta cuestión: es evidente que es bello todo lo justo Por otro lado, el que sufre la acción del agente recibe algo .... así, por ejemplo, si alguien golpea, será necesario que algo reciba el golpe; y si el que golpea lo hace de un modo violento o rápido, aquello que es golpeado lo será necesariamente en la misma forma ..... es decir, lo golpeado experimenta, pues, algo equivalente a lo ejecutado por el agente del golpe Pues bien, si estamos de acuerdo sobre estos puntos, entonces veamos, a continuación, lo siguiente: parece evidente que ser castigado es sufrir algo .... y ese algo que se sufre le viene de alguien, que es el que obra o castiga Ahora bien, el que castiga con razón, castiga con justicia por lo que entonces, el que es castigado sufre una suerte justa ..... Pero como hemos convenido que lo justo es bello, entonces habría que concluir que: de esos dos hombres, el uno obra bellamente, y el otro, el castigado, es objeto de un bello trato .... Pero es que, además, si lo justo es bello y agradable o útil, entonces también será bueno .. Por lo que: también es un bien el trato que recibe el que es castigado. Pero aun hay más: parece evidente también que el que es castigado justamente mejora en cuanto a la salud de su alma, es decir, el que es castigado se libera de la maldad de su alma y, además, de un mal que resulta ser el más grande de todos (la injusticia) .... el más feo y el peor, ya que depara al mayor dolor o el mayor daño o ambas cosas a la vez, según lo que hemos convenido anteriormente ..... Pues bien, parece evidente que del mismo modo que el arte de ganar dinero libra de la pobreza y la medicina libra de la enfermedad, es el castigo judicial quien libera del desenfreno y de la injusticia Pero, además, la función judicial es una función más bella que el arte crematístico o la medicina por lo que, si es más hermosa, tiene que producir el mayor placer o la mayor utilidad ya que mediante su aplicación, el paciente si libra de un gran mal ... Y es que de dos hombres que tienen un mal (sea del cuerpo o del alma)¿cuál de ellos es mas desgraciado, el que está en manos del médico y en vías de quedar libre de su mal, o el que aun, teniendo el mal ,no es sometido a curación? Como veo que contestas, Polo, que este ultimo entonces parece evidente convenir también que el castigo justo es como la medicina del alma de tal forma que en caso de cometerse una injusticia el modo de alcanzar el segundo grado de felicidad es liberarse de su maldad sufriendo el castigo correspondiente .... porque la vida más desventurada es la tal que persevera en la injusticia y no se libera de ese mal
Y si las conclusiones a las que hemos llegado de mutuo acuerdo no se apartan de la verdad, ¿admites, amigo Polo, lo que se desprende de lo dicho o prefieres que meditemos juntamente sobre ello? .... Porque, de acuerdo con lo anterior:¿no resulta del razonamiento seguido que el mayor mal es la injusticia y el ser injusto? .... Pero, como hemos visto también, el ser castigado es la liberación de ese mal.. .. y no ser castigado es una permanencia del mal. Por todo ello, el cometer injusticia es, en lo tocante a la gravedad, el segundo de los males, mientras que no recibir el castigo correspondiente a la injusticia cometida es el mayor y el primero de todos los males ... Pues bien, ¿no estaba ahí, amigo mío, el punto de disensión de nuestras opiniones? ¿Verdad que considerabas feliz a Arquelao, un hombre que no ha sufrido castigo alguno, a pesar de haber cometido las mayores atrocidades, en tanto que yo, por el contrario, manifestaba mi creencia de que, tanto si era Arquelao como otro hombre cualquiera, el que no reciba el castigo adecuado a sus faltas, le correspondía ser desdichado por encima de todos los restantes hombres, y de que siempre, el que comete injusticia es más desgraciado que el que la sufre y el que no es castigado que el que lo es.
El debate completo entre los dos filósofos, aquí:
PLATON, 'Gorgias' un diálogo entre Sócrates y Polo
y la obra completa de Platón, en el enlace siguiente:
http://es.wikisource.org/wiki/Gorgias