labran
en la penumbra los cristales
y
la tarde que muere es miedo y frío.
(Las
tardes a las tardes son iguales.)
Las
manos y el espacio de jacinto
que
palidece en el confín del Ghetto
casi
no existen para el hombre quieto
que
está soñando un claro laberinto.
No
lo turba la fama, ese reflejo
de
sueños en el sueño de otro espejo,
ni
el temeroso amor de las doncellas.
Libre
de la metáfora y del mito
labra
un arduo cristal: el infinito
mapa
de Aquel que es todas Sus estrellas
J.L. BORGES, Spinoza