Una exigencia absoluta


Existe entre los hombres, por el hecho de ser hombres, una solidaridad en virtud de la cual cada uno es corresponsable de toda injusticia y de todo mal cometido en el mundo, y en particular de los crímenes cometidos en su presencia, o sin que él los ignore. Si no hago lo que puedo para impedirlos, soy cómplice. Si no he arriesgado mi vida para impedir el asesinato de otros hombres, si no he dicho esta boca es mía, me siento culpable en un sentido que no puede ser comprendido de manera adecuada, ni desde el punto de vista jurídico, ni políticamente, ni moralmente. Que yo esté todavía con vida después que cosas tales hayan sucedido, pesa sobre mí como una culpa inexpiable.(…). En alguna parte, en la profundidad de las relaciones humanas, se impone una exigencia absoluta: en caso de ataque criminal, o de condiciones de vida que amenazan al ser físico, no aceptar otra cosa que no sea vivir todos juntos o que no viva nadie; eso es lo que constituye la sustancia misma del alma humana. Pero eso no es así ni en la comunidad de todos los hombres, ni entre los ciudadanos de un Estado, ni en el interior de grupos más pequeños; la solidaridad resta limitada a los más estrechos vínculos humanos, y eso constituye nuestra culpa común.
K. JASPERS, La culpabilidad alemana (1945)

UNA LECCIÓN PARA IR APRENDIENDO







Una lección para quien quiera aprender... para quien sepa ver... para quien esté despierto

Aunque ¿solo una?

LOS TIEMPOS TIENEN QUE CAMBIAR

En 1963, alguien anunciaba (avisaba más bien) que the times they are a-changin'.




Otros han traducido sus palabras para que las podamos leer mejor:


Venga la gente de alrededor, reúnanse, dondequiera que estén,
y admitan que las aguas han crecido a su alrededor
y acepten que pronto estarán calados hasta los huesos,
si creen que su tiempo es digno de salvarse,
será mejor que comiencen a nadar o se hundirán como piedras
porque los tiempos están cambiando.

Vengan escritores y críticos que profetizan con su pluma
y mantengan los ojos bien abiertos, la ocasión no vendrá de nuevo,
y no hablen demasiado pronto pues la rueda todavía está en giro
y no ha nombrado quién es el elegido
porque el ahora perdedor será más tarde el ganador
porque los tiempos están cambiando.

Vengan senadores, congresistas por favor, oigan la llamada
y no se queden en el umbral, no bloqueen la entrada,
porque resultará herido el que se haya opuesto,
hay en el exterior una batalla furibunda,
pronto golpeará su ventanas y crujirán sus muros
porque los tiempos están cambiando.

Vengan padres y madres de alrededor de la tierra
y no critiquen lo que no pueden entender,
sus hijos e hijas están fuera de su control,
su viejo camino envejece rápidamente,
por favor, dejen paso al nuevo si no pueden echar una mano
porque los tiempos están cambiando.

La línea está trazada y marcado el destino
los lentos de ahora, serán rápidos más tarde
como lo ahora presente más tarde será pasado,
el orden se desvanece rápidamente
y el ahora primero más tarde será el último
porque los tiempos están cambiando.


Y como el anuncio, la advertencia venía en una canción, también se puede oír.

Fue cierto y los tiempos cambiaron... ¿mucho o poco? ¿demasiado, demasiado poco? Quién sabe.
Pero hoy, 2011, siglo XXI, ahora más que nunca,quizás más que nunca antes más, la profecía se convierte, deja paso a una exigencia... que es además una evidencia: los tiempos tienen que cambiar.


¿Qué es un lobo...?



Pero, ¿qué es un lobo con piel de cordero?
¿Por qué esa manía de tantos y tantos lobos de ponerse la piel de cordero?
Del Libro de visitas

Perplejidad

Hacer filosofía requiere ser lo bastante ingenuo – o valiente- para reconocer que no vemos las cosas claras. Para aceptar sin reservas ni coartadas el desconcierto, la desazón y el vértigo que nos produce lo que no entendemos. A menudo se cita como frase inaugural de la filosofía la sentencia socrática ‘sólo sé que no sé nada’.
La filosofía, en efecto, ni sabe mucho no aporta casi nada. No proporciona ni la seguridad que ofrece la ciencia, ni el placer que produce el arte ni el consuelo que puede darnos la religión.
En vez de buscar una explicación, una fórmula, un concepto o un exorcismo que suavice nuestro horror al vacío intelectual y nuestro terror a lo desconocido, la actitud filosófica es aquella que osa demorarse y hurgar en la perplejidad misma. Más que osar saber, osar ignorar.
Una osadía que tienen naturalmente los niños, y que sólo con los años vamos perdiendo. Como se sabe los niños hacen siempre más preguntas de la cuenta.
-¿Y por qué trabajas todo el día, papá?
-Para que tú puedas ir a la escuela
-¿Y para qué he de ir a la escuela?
-Para estudiar y aprender muchas cosas.
-¿Y para qué he de estudiar y aprender muchas cosas?
-Para que, cuando seas mayor, puedas ganarte la vida.
-¿Y para qué he de ganarme la vida?
-Para casarte, tener hijos…
-¿Y que los hijos vayan a la escuela? Así, yo voy a la escuela para que mis hijos vayan a la escuela para que…
Éste es el momento en el que los mayores no sabemos ya qué contestar y apelamos a la autoridad:
-Mira, calla y deja de hacer preguntas tontas.

Pero son precisamente esas preguntas tontas las que no deja de hacerse el filósofo toda su vida. Y en este sentido tendría razón quien dijera que son filósofos las personas que no han sabido asumir ni superar la crisis de la infancia. Pues hay una cosa que los niños intuyen y los filósofos saben: que toda pregunta llevada un poco más allá de la cuenta no tiene respuesta sino que nos conduce directamente a una nueva pregunta o a una paradoja.
(…) Es nuestra propia tentación de ver claro lo que nos lleva a situar los problemas, a definir los acontecimientos y a poner las preguntas allí donde quisiéramos que estuvieran, para no tenernos, de veras, que cuestionar. Recortamos así el mundo a la medida de nuestras necesidades, es decir a la medida de nuestros compartimientos mentales o culturales que ya tenemos preparados para entenderlo. Pero lo que la perplejidad filosófica puede enseñarnos es que a menudo el problema está donde no se deja captar.
(…) También es así cómo cualquier pensamiento se vuelve filosofía. Frente a la obsesión de verlo todo claro, la filosofía comienza a encontrar problemático lo que para los otros, para todo el mundo, para casi todo el mundo, es evidente, claro y transparente.

X. Rubert de Ventos, Por qué filosofía

DESVELAR, la función de la filosofía

"Ese deseo de saber de que hablara Aristóteles arranca de un modo de mirar: de la extrañeza ante las cosas. El mundo, las cosas y las personas se nos presentan ante nuestros ojos y no nos pasan desapercibidas. Despiertan en nosotros la curiosidad y la extrañeza. Y de ahí surge el deseo de saber y de conocer utilizando la razón. Por tanto no es una mera contemplación admirada de lo que vemos, sino un movimiento real de búsqueda de respuestas, una insatisfacción en la ignorancia, un ímpetu que nos mueve a pensar, a pensar más y de otro modo.
El preguntar insistente revela el interés por descubrir un mundo que asombra y al mismo tiempo extraña, un mundo que interroga a todo aquel que quiere y es capaz de verlo. Sin embargo, poco a poco vamos olvidando esa capacidad tan propia de la infancia, interpretamos la admiración como ignorancia y dejamos de asombrarnos. Nos dormimos.
La actitud filosófica consiste, pues, en el 'vivir despierto', en un constante inconformismo que nos lleva a plantear preguntas. Quien tiene actitud filosófica no se habitúa al mundo, porque ese ámbito en el que desarrolla su vida le produce una extrañeza tal que buscar explicaciones y respuestas se convierte en la tarea de una vida. No puede vivir dormido ocupado en el discurrir tranquilo del tiempo, sino en alerta, despierto y mirando alrededor.
Desvelar, es el auténtico sentido de la filosofía, un concepto con tres sentidos, todos interesantes. El primero es el de descubrir, poner de manifiesto; lo que hace referencia al intento de la filosofía de desentrañar lo oculto, de hacer luz en la oscuridad. El segundo sentido es el de impedir el sueño, no dejar dormir; lo que tiene que ver con la actitud despierta propiamente filosófica. Y el tercer sentido es el de poner gran cuidado y atención en aquello que uno tiene a su cuidado y cargo; lo que explica que la preocupación cuidadosa sobre algo sea también propia de la reflexión y del rigor del pensar."

A. DOMINGO y otros, 'Filosofía y ciudadanía'

¿QUÉ ES EL ESCEPTICISMO?

El científico francés Henri Poincarè hizo una observación sobre por qué la credulidad está tan extendida: "También sabemos lo cruel que es la verdad a menudo, y nos preguntamos si el engaño no es más consolador." Pero no creo que ésa sea la única razón por la que la credulidad está extendida. El escepticismo es peligroso. El escepticismo desafía a instituciones establecidas. Si enseñamos a todo el mundo, digamos a los estudiantes de instituto, el hábito de ser escépticos, quizá no limiten su escepticismo a los anuncios de aspirinas y a los espiritistas y videntes de todo tipo. Puede que empiecen a hacerse inoportunas preguntas sobre las instituciones económicas, o sociales, o políticas o religiosas. ¿Luego dónde estaremos?
El escepticismo es peligroso. Ésa es precisamente su función, en mi opinión. Es menester del escepticismo el ser peligroso. Y es por eso que hay una gran renuencia a enseñarlo en las escuelas. Es por eso que no encontramos un dominio general del escepticismo en los medios. Por otra parte, ¿cómo evitaremos un peligroso futuro si no poseemos las herramientas intelectuales elementales para hacer preguntas agudas a aquéllos que están nominalmente al cargo, especialmente en una democracia?
C. SAGAN, La carga del escepticismo

¿Hay cosas más valiosas que la vida?

La actitud de Sócrates demuestra que la condena era injusta ya que defendió hasta su último día sus ideas y no se echó atrás ni rectificó, y los mismos que le condenaron, sin saberlo, le hicieron un favor, ya que al condenarlo y matarlo injustamente y verse que era injusto, le harán en parte pasar a la historia, además como uno de los filósofos más importantes.
Sócrates no está dispuesto a escapar a la muerte porque, en realidad, Sócrates no tiene miedo a morir
Sócrates hizo bien porque de esta forma demuestra que para él sus teorías, sus ideas fueron tan importantes como su propia vida. Al morir por ello, le da mayor validez a lo que tanto defendía.
Sócrates pudo haber huido de la cárcel, pero no quiso, pues hubiera supuesto traicionar todo lo que él había enseñado a sus discípulos. Por eso, él prefirió morir a huir y así ser recordado para toda la eternidad.
A Sócrates se le recuerda también porque ha sido uno de los personajes que ha preferido morir antes que contradecir su pensamiento
Sócrates decidió ser justo y morir.
hizo bien en no huir porque aunque la condena fuese injusta, de haberlo hecho, habría incumplido las leyes y no habría sido un mártir.


ALUMNOS varios, 2º Bachillerato



Pero bueno; qué le pasa a toda esta gente; ¿están diciendo que el pensamiento, las ideas son más valiosas que la vida? ¿Pero es que las ideas pueden ser más importantes que la vida?
Y además, a ver si va a ser que la muerte hace más válido y verdadero el pensamiento que se defiende
E incluso no sólo eso, ¿dicen que la gloria, o la fama o pasar a la historia tiene más importancia que la vida?
¿Pero es que hay cosas más valiosas que la vida?
La OVEJA NEGRA

¿Quieres vivir sin miedo a la autoridad?



Obediencia a las autoridades. Que cada uno se someta a las autoridades que están en el poder, porque no hay autoridad que no venga de Dios; y los que hay han sido puestos por Dios: así el que se opone a la autoridad se opone al orden impuesto por Dios y los que se oponen recibirán su propia condenación. Los gobernantes no están para amedrentar a los que obran bien, sino a los que obran mal: ¿quieres vivir sin miedo a la autoridad? Pórtate bien y tendrás su aprobación; pues la autoridad está al servicio de Dios para ayudarte a portarte bien. Pero si te portas mal échate a temblar, porque no en vano la autoridad lleva la espada y está al servicio de Dios para castigar al delincuente.
Saulo, San PABLO, Epístola a los romanos

¿Qué causas, razones, factores, elementos pueden ser los responsables de cambios, modificaciones, revisiones o pérdidas de creencias?

El indio, junto a sus compañeros, acuciados por una sequía pertinaz, ha realizado la ‘danza de la lluvia’ como manda el ritual. Sin embargo, ha pasado un mes y la tan deseada lluvia no aparece; ni gota cae del cielo: ¿abandonará el indio y su tribu ese ritual? ¿abandonarán esas creencias? ¿las considerarán falsas?

Más que probablemente la respuesta es un rotundo NO
Cosa distinta, y seguramente necesaria, es argumentar ese NO. ¿Por qué no?
Pero cuidado que los indios no son tontos, ni ilógicos, ni irracionales (o a lo mejor sí, o un poco sí, o un mucho sí, quién sabe), y por tanto, para mantener la coherencia tendrán que justificar esos fallos…
¿Es posible justificar esos fallos? ¿cómo justificar que se haya hecho la danza de la lluvia y no llueva?

No obstante hay que tener en cuenta que las creencias no son fijas, inamovibles, inmutables, sino que varían, cambian, se modifican e incluso se abandonan, se pierden…

¿Qué tendría que pasar para que la tribu abandonara esas creencias?
NICOLAS 1º Bachillerato

Pero ¿cómo distinguirlos?

El miedo, a veces, es bueno… otras veces es malo. Pero ¿cómo distinguir el miedo bueno del malo? A priori es muy difícil; yo diría que imposible.
MIGUEL, 1º Bachillerato

¿Es posible que el pensar nos haga mejores?


¿Es posible que la actividad del pensamiento como tal -el hábito de reflexionar sobre cualquier cosa que suceda o llame la atención más allá de los resultados y los contenidos específicos- sea parte de las condiciones que hacen que los hombres se abstengan de hacer el mal, o que incluso los condicione contra el mal?
H. ARENDT, La vida de la mente

¿A quién le agradaría una ciudad sin leyes?


Si cuando nosotros estemos a punto de escapar de aquí, o como haya que llamar a esto, vinieran las leyes y el común de la ciudad y, colocándose delante, nos dijeran: «Dime, Sócrates, ¿qué tienes intención de hacer? ¿No es cierto que, por medio de esta acción que intentas, tienes el propósito, en lo que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a toda la ciudad? ¿Te parece a ti que puede aún existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios que se producen no tienen efecto alguno, sino que son invalidados por particulares y quedan anulados?» (...) ¿a quién le agradaría una ciudad sin leyes?
PLATÓN, Critón o el deber

¿Un hombre insatisfecho o un cerdo satisfecho?

“Es un hecho incuestionable que quienes tienen un conocimiento igual y una capacidad igual de apreciar y gozar, dan una marcada preferencia al modo de existencia que emplea facultades superiores. Pocas criaturas humanas consentirían que se las convirtiera en alguno de los animales inferiores a cambio de un goce total de los placeres bestiales; ningún ser humano inteligente consentiría en ser un loco, ninguna persona instruida en ser un ignorante, ninguna persona con sentimiento y sensible en ser egoísta e infame. No estarán dispuestos a ceder lo que poseen a cambio de la más completa satisfacción de todos los deseos que tienen en común con ellos.
Un ser de facultades más elevadas necesita más para ser feliz; probablemente es capaz de sufrir más agudamente y con toda seguridad ofrece más puntos de acceso al sufrimiento que uno de tipo inferior; pero a pesar de estas desventajas, nunca puede desear verdaderamente hundirse en lo que considera un grado inferior de la existencia.
(...) Es indiscutible que los seres cuya capacidad de gozar es baja tienen mayores posibilidades de satisfacerla totalmente; y un ser dotado superiormente siempre sentirá que toda la felicidad a la que puede aspirar será imperfecta. Pero puede aprender a soportar esas imperfecciones. Y éstas no le harán envidiar al que es inconsciente de ellas.
Es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho; es mejor ser un Sócrates insatisfecho que un loco satisfecho. Y si el loco o el cerdo son de distinta opinión es porque sólo conocen su propio lado de la cuestión. El otro extremo de la comparación conoce ambos.”

J.S. MILL , “El utilitarismo”

De la feliz ignorancia

“Donde no hay efecto, no hay ninguna causa que buscar; pero aquí el efecto es cierto, la depravación real, y nuestras almas se han corrompido a medida que nuestras ciencias y nuestras artes han avanzado hacia la perfección. ¿Se dirá acaso que es un daño exclusivo de nuestra edad?. No, señores; los males causados por nuestra vana curiosidad son tan viejos como el mundo. La elevación y descenso diarios de las aguas de los océanos no han estado sujetos con más regularidad al astro que nos alumbra de lo que la suerte de las costumbres y de la probidad lo han estado al progreso de las ciencias y las artes. Se ha visto que la virtud se ahuyenta a medida que su luz se eleva sobre nuestro horizonte, y el mismo fenómeno se observó en todos los tiempos y en todos los lugares.
(...) He ahí cómo el lujo, la disolución y la esclavitud han sido siempre el castigo de los orgullosos esfuerzos que hemos hecho por salir de la feliz ignorancia en que nos había puesto la eterna sabiduría. El espeso velo con que ha cubierto todas sus operaciones parecía advertirnos hasta el exceso de que no nos ha destinado para vanas investigaciones. Pero, ¿hay acaso alguna lección suya de que hayamos sabido sacar provecho o que hayamos despreciado impunemente?. Pueblos, sabed, pues, de una vez, que la naturaleza ha querido preservarnos del conocimiento, como una madre arranca una arma peligrosa de las manos de su hijo; que todos los secretos que nos oculta son otros tantos males frente a los que nos garantiza y que el trabajo que tomamos en instruirnos no es el menor de sus beneficios. Los hombres son perversos; serían aún mucho peores si hubiesen tenido la desgracia de nacer sabios...
(...) Tenemos físicos, geómetras, químicos, astrónomos, poetas, músicos, pintores; no tenemos ya ciudadanos o, si todavía nos queda alguno disperso en nuestros campos abandonados, allí perece indigente y despreciado”

J.J. ROUSSEAU , “Discurso sobre las ciencias y las artes”

¿Una buena vida la humana?

Si el objetivo próximo e inmediato de nuestra vida no es el dolor, entonces nuestra existencia es la cosa más insensata del mundo... Nuestra sensibilidad hacia el dolor es casi infinita, mientras que la del placer tiene límites restringidos. Es cierto que una desgracia particular parece una excepción, pero la infelicidad, en general, es la regla. (...) El consuelo más eficaz en cualquier desgracia y en cualquier dolor es mirar a quienes son más infelices que nosotros y eso puede hacerlo cualquiera. Pero, ¿qué resulta de ello para la totalidad? Nos parecemos a los corderillos que juegan en el prado mientras el carnicero elige a éste o al otro; de hecho no sabemos en nuestros buenos días qué desventura, justo entonces, nos está preparando el destino; enfermedad, persecución, miseria, mutilaciones, ceguera, locura, muerte y cosas así. (...) El trabajo, el tormento, la fatiga y la necesidad son, ciertamente, para toda su vida la suerte de casi todos los hombres. Pero si todos los deseos, apenas nacidos, fuesen satisfechos, ¿cómo se llenaría entonces la vida humana y cómo se podría pasar el tiempo? Si suponemos al género humano transportado al país de Jauja, donde todo creciese por sí mismo y los pichones volasen a nuestro alrededor ya estofados, donde cada uno encontrase inmediatamente a su amada predilecta y la obtuviese sin dificultad alguna, es seguro que los hombres, en parte se morirían de aburrimiento o se ahorcarían, y en parte lucharían entre sí y se matarían unos a otros para causarse así más dolor del que les impone la naturaleza. (...) Y es que incluso la suerte de los animales aparece más soportable que la del hombre. Consideremos ambas más de cerca.
El hombre no tiene, en cuanto a placer físico real, más que el animal a no ser eventualmente, puesto que su sistema nervioso, mucho más potenciado, es capaz de intensificar las sensaciones de placer pero también las del dolor. Además, ¡cuánto más fuertes son las pasiones que se suscitan en él en comparación con las del animal! ¡y cuánto más profunda y violentamente su ánimo se ve conmocionado!
(...) Los animales están mucho más satisfechos que nosotros de la mera existencia; la planta lo está completamente, y los hombres lo están según el grado de su estupidez.

A. SCHOPENHAUER, El dolor del mundo y el consuelo de la religión